Dicen que un dragón quedó encerrado en la vieja boca de un pozo en la zona de Beixinqiao. Este pozo quedó intacto y sólo en dos ocasiones se turbó su quietud: la primera, cuando los japoneses invadieron Pekín, tiraron hacia afuera de la cadena de hierro del pozo. Cuando ya habían sacado casi dos kilómetros de longitud, comenzó a brotar agua amarilla de la boca del viejo pozo, con un ruido parecido al estruendo del mar. Asustados, los japoneses volvieron a echar la cadena al interior. La segunda ocasión fue en la Revolución Cultural, cuando los guardias rojos sacaron también la cadena, con igual resultado. La boca del pozo ha permanecido sellada desde entonces y hoy se encuentra bajo un comercio al noreste de la calle Beixinqiao Lukou.