Pierre de Coubertin (1863 -1937), que nació de Pierre de Frédy, fue un pedagogo e historiador francés, pero es mundialmente famoso por ser el fundador de los Juegos Olímpicos modernos.
Su padre deseaba que fuera militar, pero su temperamento sensible chocó con la dura disciplina de la Academia Militar de Saint-Cyr. Colgó las armas de improviso, para dedicarse a la pedagogía, donde se sintió realizado por sus ideales.
Se marchó a Inglaterra para perfeccionar sus estudios, y fue ahí donde conoció la singular doctrina del Cristianismo muscular, que se trataba de la búsqueda de la perfección espiritual por medio del deporte y la higiene. Pierre se conviertió en discípulo del pastor Thomas Arnold, uno de los seguidores más destacados de dicha disciplina.
Coubertin comenzó a divulgar estos métodos por toda Francia y creó sociedades atléticas en los institutos que se asociaban en la Unión de los Deportes Atléticos (Union des Sports Athletiques). Fundó la primera revista dedicada al deporte: la Revue Athletique, logrando que el gobierno francés accediera a incluirla en sus programas de la Exposición Universal de 1889.
Pierre empezó a soñar con unir en una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad, sin ánimo de lucro y sólo por el deseo de conseguir la gloria, competir por el gusto de competir, pues como él decía: Lo importante es participar. La idea de Coubertin parecía insensata y tuvo que enfrentarse a la incomprensión de sus contemporáneos.
Intentando convencer al mundo, el francés viajó por todo el globo hablando de paz, comprensión entre los hombres y de unión, mezclándolo todo con la palabra Deporte.
Y fue durante la última sesión del Congreso Internacional de Educación Física, celebrada en la Sorbona de París, el 26 de junio de 1894, que se decidió crear el Comité Olímpico Internacional ( COI), del que Pierre fue secretario general, para instituir los Juegos Olímpicos Modernos.
Además, obtiene el apoyo público con tan buenos resultados que consigue que Jorge Averof, un acaudalado hombre de negocios de Alejandría, pagara los gastos de la reconstrucción del estadio de Atenas.
Así, los Juegos Olímpicos, considerados una modificación revivida de los Juegos de Olimpia, fueron inaugurados en la primavera de 1896, gracias a las gestiones del deportista y educador francés, el barón Pierre de Coubertin.
Coubertin recibió el título de Presidente Honorario del COI en 1925, un honor que el COI decidió no otorgar nunca más a otros presidentes de la organización. Falleció en Ginebra en septiembre de 1937, luego de gastar toda su fortuna para el movimiento olímpico.
De acuerdo con uno de sus últimos deseos, su corazón fue enterrado en la Antigua Olimpia, en Grecia, donde actualmente puede verse el monumento conmemorativo del renacimiento de los Juegos Olímpicos.