spanish.china.org.cn | 05. 05. 2022 | Editor:Eva Yu | Texto |
China apuesta todo por sus jóvenes
Foto archivo
Por Jorge Fernández
China construye un entorno propicio para que sus jóvenes, llegado el momento, exploten su potencial y contribuyan al rejuvenecimiento nacional.
Esta semana el país más populoso del mundo, China, rinde un homenaje a su juventud. La celebración recuerda el movimiento del 4 de mayo de 1919, cuando protestas estudiantiles impidieron que el Gobierno suscribiera tratados internacionales desventajosos para el país. El espíritu de aquella generación ha sido durante décadas el estandarte de cambio y progreso nacional, y se ha considerado una fuerza determinante en la construcción del Estado moderno. Ahora, más de 100 años después, la sociedad prepara el terreno para encomendar a las promesas futuras de la lucha social una de las más grandes tareas en la historia de China: el rejuvenecimiento nacional.
La tarea está lejos de ser sencilla. Los jóvenes, especialmente los adolescentes, son tan impredecibles que a más de un avezado científico social lo han hecho desdecirse de sus propias aseveraciones. No vayamos muy lejos: si para una madre es difícil batallar con sus hijos adolescentes, ya ni qué decir para un gobierno, que está obligado a garantizarles condiciones adecuadas para que hagan realidad sus sueños y aspiraciones. Y por ello, cuando pensamos en las floridas y viperinas condenas que los imberbes muchachos hacen de nosotros, la generación anterior, en su rebeldía, en sus pasiones contra culturales, en su irreverencia y en su ansiedad de cambio, solo por citar unos pocos ejemplos, no podemos evitar sentir escalofríos al imaginar las responsabilidades que estamos a punto de dejar en sus manos.
Y tal como cualquier padre de familia se acoge a la construcción de un entorno familiar sano y a la enseñanza de valores y educación para que sus hijos naveguen viento en popa por los mares de la vida, igual el Gobierno de China prepara el terreno para que las nuevas promesas de la lucha social y de la construcción nacional materialicen sus propios sueños y anhelos y, al mismo tiempo, fortalezcan la solidez del Estado. Esto es, si bien no podemos proyectar que decisiones tomarán nuestros hijos tras la convulsionada etapa de la adolescencia, sí podemos construirles un entorno que facilite su crecimiento y desarrollo, y que les permita potenciar sus virtudes, sus aptitudes y un espíritu innovador que ahora tratamos de inculcarles. Esa es la responsabilidad de todo padre de familia y también la que asume el Gobierno de China, que no ceja en su papel de rector y guía.
En uno de los más recientes análisis hechos por el Gobierno, presentado en forma de Libro Blanco, las autoridades han dado a conocer sus valoraciones sobre la juventud, con base en el desempeño que han tenido en los últimos años. Según esto, las nuevas generaciones disfrutan de un entorno de vida con condiciones superiores a las de sus padres y abuelos. La era en la que les ha tocado vivir, que se conjunta con una capacidad económica nacional y un poder adquisitivo individual mayor al de antaño, les ha permitido una visión enriquecida, más amplia y completa de su país, el papel que este tiene y del funcionamiento del mundo en su conjunto. El documento “Juventud de china en la Nueva Era” hace énfasis en las facultades con las que cuentan las jóvenes generaciones y rubrica su confianza en que ellos, en un futuro no muy lejano, saldrán avante en la tarea ahora encomendada de materializar el rejuvenecimiento del Estado chino.
¿Cómo es posible que una juventud, marcada como todas las demás por una indómita insumisión, haya logrado tan elogiosos comentarios y tan importante misión? Hay dos razones que pueden ofrecer una explicación y las cuales, curiosamente, no se repiten en los entornos en los que viven otras juventudes del mundo. Por un lado, una dirigencia gobernante que confía ciegamente en las habilidades de las nuevas generaciones y que apuesta por los trabajos que desempeñarán en áreas científicas y tecnológicas, sociales, económicas, administrativas y deportivas. Y para ello, apoya con incentivos económicos e infraestructura a la incubación de esas nuevas generaciones para que, llegado el momento, ellos puedan llevar sus habilidades al límite. Por otro lado, aunque un tanto en el terreno de la responsabilidad social y familiar, una cultura marcada por valores confucianos en los que el orden, la armonía familiar y social o la piedad filial orientan las desenfrenadas pasiones de la juventud en dirección a un bien que redunde tanto en el individuo como en la comunidad.
La juventud china coexiste con generaciones que han atestiguado indescriptibles crudezas en aras de la construcción del país. A las juventudes que hoy se preparan para tomar las riendas del país les ha tocado nacer en un país próspero, moderno, en acelerado desarrollo y sin pobreza, en donde las historias de la vieja generación, la misma que les ha heredado un país fuerte y próspero, se han convertido en estímulos patrióticos que los motivan a trabajar y a ser mejores. De la tristeza, de las tribulaciones, de los sacrificios y del orgullo de los viejos constructores del Estado sacan fuerza para desempeñar un papel igual o mejor que el de sus predecesores. La juventud china, independientemente de sus esporádicos arrebatos, coincide en que las condiciones actuales del país son más benévolas que en el pasado y que ello les facilitará su labor y contribución a las generaciones futuras.
Vale entonces una observación para aquellos que en otras partes del mundo están a punto de entregar la batuta del cambio y la transformación a sus hijos: del entorno que les construyan para explotar su potencial y de los valores que les inculquen para poner orden en sus vidas, dependerá el éxito que ellos cosechen tanto para ellos mismos como para la colectividad. En los jóvenes está el futuro de un país y de la humanidad, y en China, tanto la sociedad como el Gobierno apuestan todo por la contribución que harán las nuevas generaciones en un futuro no muy lejano por el rejuvenecimiento del Estado y la nación china.