spanish.china.org.cn | 16. 08. 2021 | Editor:Teresa Zheng | Texto |
Por Mauricio Castellanos
¿Cómo sería el Tíbet hoy de no haber sido liberado? Muy seguramente los tibetanos seguirían siendo siervos, poco menos que esclavos de una minoría insensible a sus necesidades.
Felizmente, ese destino amargo que le esperaba a la región se truncó 70 años atrás, cuando, con la firma del Acuerdo de 17 puntos entre el Gobierno central chino y el entonces Gobierno local, se concretó la liberación pacífica del Tíbet.
Apenas ocho años después, el 28 de marzo de 1959, la reforma democrática puso fin al sistema de servidumbre feudal, lo que no solo permitió que los tibetanos se convirtieran en los dueños de su propio destino sino que empezó a pavimentar el camino para que el progreso llegara a una de las zonas más inhóspitas y pobres del país.
Bajo el liderazgo del Partido Comunista de China (PCCh) y del Gobierno central, el Gobierno y el pueblo de lo que desde 1965 es la región autónoma del Tíbet lograron imponerse al difícil entorno geográfico y conectar su desarrollo con el del resto del territorio nacional, gracias a lo cual en 2020 alcanzaron el hito histórico de derrotar la pobreza absoluta.
Como uno de los grandes protagonistas del cumplimiento de la meta de construir de manera integral una sociedad modestamente acomodada, el Tíbet llegó al 70º aniversario de su liberación pacífica con estadísticas que son motivo de admiración para el mundo y deorgullo para China.
Con garantía plena de vivienda, educación, salud y seguridad social, el nivel de vida de los tibetanos no ha parado de elevarse, gracias a lo cual la esperanza de vida pasó de 35,5 años en tiempos de la servidumbre feudal a 71,1 años en la actualidad. Además, el Producto Interno Bruto regional pasó de 174 millones de yuanes (25,9 millones de dólares) en 1959 a más de 190.000 millones de yuanes (29.200 millones de dólares) en 2020, con un promedio de incremento anual del 9,5 por ciento.
Como si se tratara de un regalo de aniversario, recientemente entró en operación la sección Nyingchi-Lhasa del ferrocarril Sichuan-Tíbet, de la cual más del 90 por ciento está por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar. Los trenes bala eléctricos Fuxing que, con suministro permanente de oxígeno, sirven la ruta a una velocidad de 160 km/h, representan no solo la consolidación del dominio por parte de China de las tecnologías necesarias para construir y operar este tipo de sistemas de transporte en condiciones tan complejas como las que impone la meseta tibetana, sino la posibilidad de que la región vea acelerar de forma notable el ritmo de su desarrollo económico y social y el crecimiento del turismo.
La superación definitiva de la pobreza, la entrada en servicio del tren bala y el aniversario de la liberación pacífica, revistieron de un significado especial la celebración del primer centenario del PCCh. En un año tan trascendental tanto para el partido como para la región y para el país, cobra un sentido particular la visita de inspección realizada recientemente por Xi Jinping.
Arribando a la capital regional, Lhasa, justamente a bordo de uno de los citados trenes, Xi se convirtió en el primer líder chino en la historia del partido y del país en visitar la región en calidad de jefe del Estado, secretario general del Comité Central del PCCh y presidente de la Comisión Militar Central.
A lo largo de tres días de permanente contacto con funcionarios, personalidades religiosas y ciudadanos del común, Xi se enteró de primera mano del radical y positivo cambio que han experimentado los habitantes del Tíbet en cuanto a su bienestar, así como de la aceleración del desarrollo y de los progresos en materia de unidad étnica y de protección de la riqueza cultural, la libertad religiosa y el medio ambiente.
“Sin el PCCh no habría habido Nueva China ni nuevo Tíbet”, sentenció el líder, y agregó que la situación actual de la región demuestra que “las directrices y políticas del Comité Central del PCCh en relación con el Tíbet son completamente correctas”.
La visita de Xi tiene el doble significado de demostrar que hoy la región está perfectamente integrada en el modelo de desarrollo socialista con características chinas y de ratificar que esta sigue contando con el pleno apoyo y respaldo del partido y del Gobierno central para emprender su nueva etapa de desarrollo. El exitoso camino que se empezó a construir hace 70 años luce cada vez más amplio y despejado.
Nadie quiere imaginar qué habría sido del Tíbet sin el PCCh. Por eso, en lugar de hacer suposiciones aciagas, la región y el país disfrutan de una realidad palpable de prosperidad y armonía, y trabajan ya para que cuando llegue el centenario de la Nueva China, los 3.757 kilómetros que separan a Lhasa de Beijing no sean más que un dato anecdótico, y la paradisíaca meseta sea una protagonista central de la revitalización nacional y de la construcción integral del gran país socialista moderno que China planea ser para cuando llegue 2049.