spanish.china.org.cn | 31. 05. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

Estudio de inteligencia de EE.UU. sobre el origen del virus expone sus 4 'talones de Aquiles'

Palabras clave: EE.UU., Joe Biden, OMS

Captura de pantalla del sitio web de la organización educativa estadounidense sin fines de lucro, Academy of Achievement


El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, exigió a las agencias de inteligencia confirmar en 90 días si el coronavirus surgió o no de un laboratorio, lo que provocó un gran revuelo en la comunidad internacional, con algunas declaraciones políticas de apoyo. La más clara de ellas del primer ministro canadiense Justin Trudeau, e implícitamente del Ministerio de Relaciones Exteriores de la India.

Sin embargo, científicos, como los representantes australianos y holandeses del equipo de investigación de la Organización Mundial de la Salud en Wuhan, han señalado que no existe evidencia que respalde la teoría de "fuga de laboratorio". El jefe de emergencias de la agencia, el irlandés Michael Ryan, dijo que el esfuerzo para dar con el origen del coronavirus "está siendo envenenado por la política". La viróloga de la OMS, Marion Koopmans, parte del equipo de Wuhan, declaró a la BBC que si las autoridades estadounidenses tienen alguna información deberían compartirla.

En cuanto al llamado informe no revelado de inteligencia de Estados Unidos que señaló que algunos especialistas de Wuhan resultaron infectados por Covid antes de confirmarse la epidemia, el virólogo holandés Koopmans lo atribuyó a males estacionales regulares en marzo.

Los científicos conocen la dificultad de encontrar el origen de las enfermedades contagiosas, y es equivalente a un mito llegar a una "conclusión definitiva" en 90 días, especialmente cuando este es preestablecido en un laboratorio en Wuhan, China. Las agencias de inteligencia de Estados Unidos no tienen una capacidad de estudio superior a la de la OMS, ni tienen mayores datos. Lo que obtendrán al final no es más que algo político. Deberán tomar una decisión política, ya sea para dar con un informe difamatorio, en línea con la campaña anti-China estadounidense, o retroceder a la oposición generalizada de la ciencia y hacer todo lo posible para salvar la reputación de la Casa Blanca, atrapada ya en un dilema.

La manipulación política de Washington sobre el origen del nuevo coronavirus ha ido demasiado lejos, y expone al mundo sus cuatro "talones de Aquiles".

Primero, la Casa Blanca presume de arrogancia y no respeta el reporte de la primera fase del grupo de expertos de la OMS, simplemente ejerciendo presiones políticas sobre ella. La administración Trump cortó el vínculo con la agencia por motivos políticos, mientras que el Gobierno de Biden lo restableció, pero mantuvo la tiránica demanda de que esta debía servir a los intereses políticos de Washington. Se trata de juegos políticos para secuestrar a la ciencia.

En segundo lugar, la labor de rastrear el inicio de la epidemia en sí es compleja y hay muchas posibilidades. La presunción de culpabilidad impuesta por Estados Unidos contra el Instituto de Virología de Wuhan ha ido en contra de los métodos convencionales de cognición y trazabilidad de la comunidad científica. Lo que Estados Unidos hace, difícilmente la convencerá. A pesar de que algunos apoyaron la teoría de fuga del laboratorio, otros socavaron la credibilidad de tales afirmaciones al recortar su verosimilitud con las circunstancias políticas.

Tercero, la Agencia Central de Inteligencia y otros departamentos similares cuentan con un largo historial de fabricación de mentiras con fines políticos. Mintieron sobre la posesión de armas de destrucción masiva por el régimen de Saddam Hussain para enfrentarse a Irak. Un frasco de polvo blanco presentado por el entonces secretario de Estado estadounidense Colin Powell como prueba en las Naciones Unidas fue objeto de burlas al referirse a él como "detergente en polvo", lo que impactó al mundo. Esta vez, las agencias salen a la carga nuevamente, pero sin credibilidad desde el inicio.

Cuarto, en la era de Internet, Estados Unidos trata de culpar a China y de controlar lo que la OMS y la mayoría de los científicos de todo el mundo tienen que decir. Sin embargo, será difícil lograr lo que hizo hace 18 años cuando fabricó pruebas sobre la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Irak a fin de mentir a la comunidad internacional. Hasta ahora, las agencias de inteligencia solo pueden pedir ayuda a los medios estadounidenses para difundir dichos rumores de forma anónima, porque no tienen ninguna prueba real que se pueda compartir con todos. Esta vieja estrategia de trampa no es posible en el contexto actual.

Washington es demasiado arrogante para darse cuenta de que sus crueles acusaciones contra China se han convertido en una apuesta política por sí misma. Ha apostado demasiadas fichas al crédito de la moral internacional. En realidad, no tiene forma de dar un paso atrás en esta peligrosa postura. Esta batalla podría ser su Waterloo: podría perder su credibilidad al abusar de su poder blando.


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