spanish.china.org.cn | 09. 10. 2020 | Editor:Elena Yang | Texto |
Por Jorge Fernández
Si todos colocásemos el interés colectivo sobre el bien personal, países y regiones del planeta tendrían un escenario distinto al catastrófico entorno que hoy nos asuela.
Toda medalla contiene representaciones simbólicas de hazañas alcanzadas en una disciplina o en un campo del conocimiento. El diccionario dice que son distinciones que suelen concederse en exposiciones, certámenes o competiciones deportivas. Pero en el caso de los metales áureos entregados el martes pasado a ciudadanos ejemplares, estos, curiosamente, poseen un valor idéntico al de aquellos héroes que los portan. Las medallas y los homenajeados son por igual símbolos que personifican la sabiduría y fortaleza de una nación que ha encarado, en el campo de batalla, una enfermedad respiratoria inédita y desconocida para la humanidad.
El presidente de China, Xi Jinping, entregó el 8 de agosto títulos honoríficos de Estado a combatientes modelo en la lucha contra la COVID-19. Los galardonados son científicos que desde distintas trincheras han liderado a equipos de salvamento cuya misión es librar a la nación de cualquier riesgo. Los cuatro homenajeados representan la entereza de un pueblo que, unido como un solo ser, ha dado lo mejor de sí para hacer retroceder y para mantener a raya a un enemigo formidable al que aún no se le extermina del campo de batalla. Ellos son Zhong Nanshan, Zhang Boli, Zhang Dingyu y Chen Wei, cuatro ciudadanos modelo que encarnan la determinación, el genio y el aplomo de 1.400 millones de chinos.
Estos héroes llevan sobre sí el espíritu altruista de aquellos que han dejado atrás a hijos, cónyuges, padres o abuelos, para rescatar y salvar a personas a quienes no conocen y a quienes nunca han visto. Pensando solo en el bien ajeno, irrumpen en el campo de batalla a sabiendas de que con sus acciones mantienen saludable y con vida a una nación, y con la certeza de que son partícipes en la edificación de una patria en donde los valores morales están por encima de los materiales. Son insignes figuras cuyas acciones rebasan fronteras. Se asumen como ejemplos a seguir no solo en China, sino en el mundo entero. Si todos colocásemos el interés colectivo sobre el bien personal, países y regiones del planeta tendrían un escenario distinto al catastrófico entorno dantesco que hoy nos asuela.
El pueblo chino se siente identificado con estas cuatro figuras quienes, de cara a un enemigo invisible, lograron acumular experiencias y conocimiento que, compartidos con toda una nación, permitieron cercar y someter al nuevo coronavirus. No es fortuito que Zhong Nanshan, de 84 años de edad y experto en enfermedades respiratorias, se haya hecho acreedor a la Medalla de la República. Las contundentes medidas que propuso para prevenir y controlar la epidemia se tradujeron en el salvamento de incontables vidas humanas. Tampoco es una casualidad que Zhang Boli, quien presidió a un equipo que combinó medicina tradicional china y medicina occidental para tratar a enfermos con COVID-19; que Zhang Dingyu, quien fungió como director del Hospital Jinyintan, designado para tratar el nuevo coronavirus en Wuhan; o que Chen Wei, quien logró importantes avances científicos en el desarrollo de vacunas, hoy sean reconocidos como héroes populares.
En ellos está representado el espíritu de lucha, la vitalidad y la solidaridad de un pueblo que ha hecho frente a las adversidades, que se ha recuperado de manera acelerada y que ha revertido los reveses fortaleciendo al final los fundamentos del Estado. El hecho de que China sea el primer gran país en revertir los magros resultados económicos mundiales de este año, revela la entereza de un pueblo optimista que saca valor y fuerzas de la tragedia para seguir adelante. Para el presidente Xi Jinping, quien pronunció unas palabras en el marco de la ceremonia de premiación, entre las características de China en el combate a la COVID-19 están el ideal de poner la vida de las personas en primer lugar, la solidaridad a nivel nacional, el sacrificio, el respeto a la ciencia y un sentido de misión por la humanidad.
La lucha contra la COVID-19 ha lentificado los trabajos orientados a la construcción socialista, pero, al mismo tiempo, ha sacado a relucir la firme determinación de un pueblo dispuesto a sortear cualquier obstáculo y a materializar cualquier meta que se proponga. Valiosas experiencias y observaciones crudas sobre las debilidades del Estado se han hecho patentes, y con estas críticas constructivas, se han abierto nuevos campos del conocimiento que apuntalan a las instituciones nacionales y al sistema de gobernanza. Es un hecho que el país necesita con urgencia fortalecer al máximo su capacidad defensiva en materia de bioseguridad, a fin de que nunca más un patógeno lascivo sorprenda con la guardia baja a los chinos y a sus instituciones.
La combinación de mentes brillantes e instituciones sólidas, comandadas por un liderazgo que ejecuta acciones acertadas y precisas, resultan en una suerte de fuerza colectiva cuya vitalidad redunda en la construcción socialista y en el rejuvenecimiento nacional. La COVID-19 es una paradójica fuerza dialéctica que, por un lado, ha entorpecido el ritmo de la agenda nacional este 2020, pero, por otro lado, ha estimulado el conocimiento y ha inyectado una fuerza de unión, solidaridad, disciplina y confianza que añaden ímpetu a las bases del socialismo con peculiaridades chinas.
El presidente Xi Jinping ha extendido a estos ciudadanos ejemplares preseas honoríficas por sus heroicas hazañas, al tiempo que resalta el gran espíritu patriótico y los valores ejemplares que hay fusionados en el ADN de la nación china. La condecoración extendida el martes pasado a Zhong Nanshan, a Zhang Boli, a Zhang Dingyu y a Chen Wei, encarna el aprecio de todos nosotros por sus trabajos y aportaciones y, al mismo tiempo, coloca sobre ellos un prisma que los hace ver como la personificación misma de un pueblo que busca defender y fortalecer los fundamentos de un Estado que se moderniza, se fortalece y se revitaliza.