spanish.china.org.cn | 18. 05. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

Brasil y la tormenta: influenza, sarampión, dengue y COVID-19

Palabras clave: Brasil, crisis de salud pública

"Brasil será probablemente el próximo epicentro de la pandemia en el mundo", comenta Luciano César Azevedo, un médico que ha pasado sus días y noches tratando pacientes con COVID-19 en unidades de cuidados intensivos en São Paulo, la ciudad más grande del país. esta semana.

"Creo que Brasil se acercará a las 100.000 muertes", pronostica Azevedo. Al día de hoy, las camas de la UCI en el sistema de salud pública de la ciudad tenían una ocupación del 90 por ciento. Río de Janeiro, cuyo sistema de atención médica ya está gravemente afectado por el brote, podría convertirse en la Nueva York de Brasil.

La nación de más de 200 millones de personas hasta el momento ha registrado 16.118 muertes por COVID-19, una pequeña fracción del número de muertos en Estados Unidos.

Sin embargo, los casos confirmados y las muertes están aumentando rápidamente, lo que lleva cada día a nuevos récords y hace que Brasil sea el país más afectado en América Latina y uno de los más desfavorecidos del mundo. La temporada de gripe aún no ha llegado (el hemisferio sur se dirige hacia el invierno), y un brote de dengue en el país puede alcanzar su punto máximo al igual que el brote de coronavirus. El año pasado, Brasil registró 1.122 muertes por los tres tipos de influenza, según datos oficiales.

De acuerdo con el Ministerio de Salud se notificaron 676.928 casos probables de dengue, con una tasa de incidencia de 322 casos por 100.000 habitantes, y 265 víctimas fatales. No obstante, los casos de dengue disminuirán conforme se acerque el invierno.

Como si fuera poco, en 2019, hubo en todo el país 18.200 casos de sarampión y 15 muertes, 14 de las cuales en Sao Paulo, hoy el epicentro brasileño del COVID-19.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, uno de los principales negacionistas del coronavirus del mundo, está presionando para aliviar las restricciones de distanciamiento social y reabrir la economía, lo que podría acelerar la propagación del virus. "Solo estamos al principio", comentó Azevedo.

Al igual que en países como Estados Unidos, el virus también se está mezclando tóxicamente con las condiciones subyacentes más feas de Brasil, lo que es más significativo, su condición de uno de los países más desiguales del planeta. Si la COVID-19 inicialmente parecía una aflicción igualitaria, que cambia la vida de todos, en todas partes, con el tiempo se ha revelado como una plaga que a menudo da un paseo a las desigualdades sociales. Atormenta desproporcionadamente a las personas pobres que no pueden darse el lujo de distanciarse socialmente, adherirse a los bloqueos, en algunos casos incluso lavarse las manos, y que son más propensos a los riesgos para la salud asociados con el virus.

En Brasil, "la primera ola de personas infectadas estaba mejor, con un alto poder adquisitivo, que viajaban al extranjero y regresaban con el virus", comenta María Laura Canineu, directora de Human Rights Watch en Brasil.

 

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