spanish.china.org.cn | 16. 05. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

Al tratarse de aceptar una supervisión internacional, los laboratorios de Estados Unidos deben ser los primeros

Palabras clave: Estados Unidos , COVID-19

Foto: Xinhua

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 Es reconocido por la comunidad científica mundial que el origen del nuevo coronavirus está en la naturaleza. La OMS ha anunciado que las hasta ahora existentes 15.000 secuencias genéticas del nuevo coronavirus demuestran con poderosa contundencia ese punto.Por el contrario, la pandemia de COVID-19 ha estimulado sin parangón el interés de las personas por los laboratorios biológicos. ¿Qué están haciendo estos laboratorios? ¿Son de rigurosa eficiencia sus medidas de seguridad y protección? Más aún, ¿Su existencia supone un peligro para la seguridad de la humanidad? Estas interrogantes no solo son lógicas sino que también deben ser respondidas.

 

Recientemente, Washington acusó abiertamente a un laboratorio de Wuhan de ser el origen del nuevo coronavirus. Estas acusaciones políticas carentes de fundamentos se enfrentaron a la oposición de la comunidad científica mundial, e incluso los aliados de Estados Unidos también se han distanciado de estos agravios que resultan demasiado obvios. Washington se vio forzado a cambiar el tono y a añadir el adverbio “posiblemente”.

 

Estamos en contra de pesquisas en las que se presume culpable hasta que no se demuestre lo contrario, y especialmente, a señalamientos con pruebas implantadas contra cualquier laboratorio del mundo, puesto que ya ha quedado demostrado que la secuencia genética tiene su origen en la naturaleza. Al mismo tiempo, impulsamos una inspección mundial de la seguridad en laboratorios, y la OMS desempeña un papel en la supervisión.

 

Como todos sabemos, los Estados Unidos posee el mayor número de laboratorios biológicos; conduce las más amplias investigaciones de campo; y posee el número más alto de “misterios”. Además, los Estados Unidos son uno de los oponentes más acérrimos a un protocolo de mecanismos de verificación firmados por los miembros de la Convención de Naciones Unidas sobre la Prohibición de Armas Biológicas. La obligación de emprender investigaciones de manera socialmente transparente debe de igual forma ser la primordial.

 

El Laboratorio Biológico Fort Detricken Maryland, Estados Unidos, cerró sus puertas en agosto del año pasado y reanudó operaciones hace poco tiempo. Esto generó especulaciones sobre el nuevo coronavirus. Dejemos a un lado las teorías de la conspiración. Los medios estadounidenses citaron las últimas declaraciones del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades que alegaban que la razón del cierre era un problema con el sistema de purificación de los desechos de agua, pero esto, por lo menos, deja entrever que hay un peligro oculto en la seguridad de los laboratorios, y que debería ser en consecuencia uno de los temas principales de la investigación.

 

El rotativo “USA Today”, informó de varios accidentes en laboratorios biológicos estadounidenses en 2015. Según la información publicada por el diario, de 2006 a 2013, laboratorios en todos los Estados Unidos informaron a las agencias reguladoras federales de más de 1.500 patógenos relacionados a accidentes. Entre ellas se destacaba el filtrado, las fallas del equipo de protección personal o los sistemas mecánicos, picaduras y mordeduras de animales. Un total de 15 personas resultaron infectadas debido a accidentes de laboratorio o a operaciones ilegales. El rotativo también citó diferentes ejemplos de científicos que murieron tras haber sido infectados.

 

“Como el país que posee la mayor fortaleza científica, los Estados Unidos tienen más poder para establecer agendas sobre seguridad experimental, y tienen una tendencia clara para usar este poder para fines geopolíticos. Los Estados Unidos han dado todo de sí para acusar a otros países, tal y como es ahora el caso contra China, pero sus propios problemas están en una zona en que la luz no alumbra con claridad.

 

Además, Washington ha aprovechado el vacío de recursos científicos y políticos que dejó la desintegración de la URSS en el pasado para establecer múltiples laboratorios biológicos en la comunidad de estados independientes alrededor de Rusia, de los que se sospecha que emprenden los experimentos de laboratorio más arriesgados. Los contenidos de la investigación que arrojan estos laboratorios y la confianza en sus medidas de protección deberían ser los lineamientos claves a considerar por la comunidad internacional.

 

Las acciones contra la epidemia revelaron el sistema caótico de la gestión nacional estadounidense y algunas de sus capacidades claves, que antes eran consideradas vanguardistas, evidenciaron su precariedad. Las personas tienen razones para dudar enormemente si las medidas de protección de un amplio número de laboratorios biológicos en los Estados Unidos responden en verdad a los estándares; podrían haber proyectos estremecedores a ojos del mundo exterior. La comunidad internacional debería aprovechar esta epidemia para estandarizar la investigación biológica en los Estados Unidos y alcanzar un umbral básico de transparencia.

 

Los Estados Unidos no deberían ser un miembro especial en el campo de la investigación biológica internacional. Por lo que respecta a los riesgos de la investigación y a la publicación de datos importantes, todo esto podría ayudar a los seres humanos a entender al nuevo coronavirus. El amplio número de laboratorios no puede ampararse en el derecho a la exención y debe ser sin excepción objeto de supervisión. Que se haga una revisión cabal. Hay muchos laboratorios involucrados, y el segmento principal y los métodos de gestión son muy diferentes. Una limpieza profunda es impostergable para ofrecerle a la comunidad internacional las debidas seguridades y garantías.


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