12 de septiembre de 2013. Un comerciante brasileño compra productos para los fanáticos del fútbol en la Ciudad de Comercio Internacional de Yiwu.
CH: El impulso de la economía verde es una prioridad en el nuevo plan de desarrollo elaborado por China. ¿De qué manera la industria de biocombustibles brasileños puede colaborar con este objetivo chino?
VCL: Esta es una muy buena pregunta. Casi el 80 % de las fuentes de energía en China están vinculadas al carbón. Es una dependencia que los chinos reconocen que debe cambiar y, de hecho, la calidad del aire en Beijing es un reflejo de dicha dependencia. Ahora bien, en términos de combustibles, Brasil tiene una gran experiencia con el etanol y creo que en la medida en que China pueda interesarse en eso –que ya está pasando– tendremos una potencial área de cooperación.
Sin embargo, ya hay entre los dos países una unidad de investigación conjunta que vincula a la Universidad Tsinghua con la Universidad Federal de Río de Janeiro. Es un centro de investigación sobre el cambio climático y energías innovadoras. Las dos instituciones intercambian datos y experiencias en la producción de biodiésel y energía eólica. Entonces ya hay un embrión de cooperación en bioenergía, pero la verdad es que creo que China esperará hasta que tengamos una nueva generación de biocombustibles que no solo use plantas capaces de producir etanol, sino cualquier materia celulósica, lo cual sería un gran avance porque China tiene dificultades reales para dedicar parte de su territorio al cultivo de caña de azúcar o mandioca (cassava), ya que su agricultura está dedicada, esencialmente, a la alimentación interna. Brasil, por otra parte, tiene espacio suficiente para la producción de etanol.
CH: Pasando a otro tema, recientemente, Brasil difundió con fuerza sus manifestaciones artísticas en China. Durante un mes, la bossa nova, la capoeira y el vibrante cine brasileño se hicieron sentir en China. ¿Cuál es su desafío como embajador en el ámbito cultural?
VCL: Hay un objetivo muy claro en nuestra diplomacia que consiste en buscar transmitir a las sociedades extranjeras algo que vaya más allá de los estereotipos del fútbol, la samba y el carnaval. Tenemos que hacer llegar a los chinos otras imágenes de la cultura brasileña. Eso no significa que los estereotipos sean malos, no. Son todos buenos.
Ni siquiera la pobreza, que también es parte de nuestra realidad, es una idea que viene a la mente de los chinos cuando piensan en Brasil. Ellos piensan en la Amazonia, las playas, el sol, la música, en general, es la imagen de un país alegre, pero queremos ir más allá. La música, el cine y la danza podrían mostrarles esas otras realidades.
Por otro lado, a uno le da mucho gusto hacer actividades culturales porque, en el caso de China, es quizás la manera más fácil de tener contacto con el pueblo. Nosotros apuntamos a los jóvenes porque ahí hay mucho potencial, en cambio las personas mayores ya tienen patrones estéticos fijos. Cuando tenemos contactos oficiales, por ejemplo diálogos entre empresas estatales y Gobierno, hay un diálogo formal y se respetan los canales establecidos. En cambio, cuando hacemos actividades culturales encontramos a los chinos, es un encuentro con la gente, no con entidades.
CH: En cuanto a cooperación tecnológica, China y Brasil han colaborado en la investigación y lanzamiento de satélites. ¿En qué otras áreas tecnológicas, China y Brasil están colaborando?
VCL: Yo creo que el satélite fue el camino más interesante que, hasta el momento, los dos gobiernos han encontrado respecto a la cooperación científico-tecnológica. Fue una invención conjunta. Yo les digo a mis colaboradores que tenemos que encontrar una nueva área de cooperación que sea tan emblemática y tan visible como los satélites, pero confieso que todavía no la hemos encontrado. China y Brasil muchas veces han tomado rumbos distintos en la concentración de sus investigaciones. Brasil, por ejemplo, ha acumulado mucha tecnología agrícola, pero China ha acumulado una tecnología industrial en campos donde nosotros aún tenemos muy poco.
Encontrar esas nuevas oportunidades de cooperación tecnológica es una tarea que el Gobierno ya está haciendo, pero que las universidades también deben desempeñar.