El Xar Moron y el Laoha son dos ríos que atraviesan la provincia de Liaoning y Mongolia Interior. El rio Xar Moron tiene su origen en el extremo sur del Gran Khingan y el otro, en el oeste de la montaña Yiwulv de Liaoning. Los dos ríos se unen, formando el tramo superior del Río Daliao. En el idioma Kitán, Xar Moron significa aguas amarillas y Laoha significa río de tierra. Los ancestros de la etnia Kitán vivían a lo largo de estos dos ríos que dieron origen a una hermosa leyenda.

Una diosa que vivía mucho tiempo en el cielo se aburrió de la vida en la punta de las nubes y bajó hasta la tierra. Viajó por las aguas amarillas en un carro tirado por un buey oscuro. Al mismo tiempo, un dios viajó por el rio de tierra en un caballo blanco. Los dos se encontraron en el punto de unión de los dos ríos. Al verse, se alegraron y soltaron al caballo y al buey. En ese momento, comenzó a llover flores. Todas las platas florecieron y los pájaros comenzaron a cantar. Se despejó el cielo y se volvieron verdes las montañas. Todo el mundo estaba bajo el reinado de la felicidad. Los dos dioses se tomaron de la mano y se contaron el amor que se sentían mutuamente. Naturalmente, se convirtieron en una pareja perfecta. Esa fue la leyenda sobre el origen de la etnia Kitán.

Los kitán prestan mucha atención a esa leyenda, El Emperador Taizu de la Dinastía Liao, Yelv Abaoji construyó un templo de ancestros en el monte Muye y colocó la figura del dios en el salón del sur y la de la diosa en el salón norte. Todos los años, les rendía homenaje. También iba a rezar durante las guerras, para pedir protección divina, a fin de ganar los combates.

Existe otra leyenda interesante sobre la vida de la etnia Kitan.

Hubo un jefe llamado Waihe que vivía en una carpa. Llevaba la cabeza de un jabalí y vestía con piel de cerdo. Su esposa le robó su piel de cerdo y él la abandonó. Nadie supo dónde se fue.

El pueblo kitán eligió a otro jefe llamado Zhouli Hunhe, quien había criado veinte ovejas. Todos los días se comía diecinueve de ellas, pero al día siguiente de nuevo había veinte ovejas. Así pasaban los días y él siempre tenía veinte ovejas.

Obviamente esas dos historias no son reales. Sin embargo, de ellas, podemos presenciar la transición de la vida de caza a la de cría de animales del pueblo kitán.