Debates públicos y privados en sectores políticos de derecha y de izquierda han surgido en torno al legado de Mao Zedong y la dirección que seguirá China en el futuro. Pese al respeto que se merecen, los debates encierran una simplicidad. Se enfocan regularmente en el lugar que ocupa el presidente Mao en la historia. Sus enfoques cambian en grados que van desde la conservación (enfoques inclinados a la izquierda) al rechazo (enfoques inclinados a la derecha) en torno a los principios revolucionarios de Mao. En casos extremos, la izquierda quiere mantener la práctica revolucionaria de Mao vigente lo más prístino que se pueda, mientras que la derecha desea erradicar la práctica revolucionaria de Mao tan eficientemente como sea posible. El resultado neto de todo esto es que en teoría cada camino conduce a un futuro diferente para China.
Ambos enfoques son equivocados debido a que, bajo su propio marco, descartan las dinámicas históricas en su totalidad. La izquierda ignora la legitimidad histórica y la necesidad de una “reforma y apertura” como se está dando actualmente, y la derecha ignora la legitimidad histórica y la necesidad de una “revolución socialista” como una precondición de facto al momento actual. Ambas pecan de ser demasiado teóricas y por lo tanto se alejan de la realidad.
El enfoque real de adentrarse en este debate se reduce a aceptar las condiciones de facto ofrecidas en la historia. Y la condición de facto yace sobre las dos etapas de la formación de la República Popular China desde la fundación del Partido Comunista de China en 1921. La primera etapa se refiera al periodo revolucionario formativo encabezado por Mao. La segunda etapa, que comenzó en 1978, pertenece a la “reforma y apertura” iniciada por Deng Xiaoping. Ambas alas del debate, tanto la izquierda como la derecha, mantendrán las dos etapas separadas al tiempo que enfatizan en una y desacreditan a la otra.
De hecho, las dos etapas constituyen un conjunto orgánico inseparable en su conjunto. A principios de este año, en un artículo titulado “Los dos no pueden ser negados”, el presidente Xi Jinping lo definió de la siguiente manera: “Uno no puede negar el periodo histórico antes de la reforma y la apertura de cara al periodo posterior a la reforma y apertura, ni tampoco puedo uno negar el periodo histórico tras la reforma y la apertura de cara al periodo histórico anterior a la reforma y apertura.”
El “pensamiento revolucionario de Mao Zedong” y el “socialismo con características chinas” buscan como fin último la equidad social, la cual es más práctica que teórica. Muchas personas en China gozan hoy en día de una riqueza, y ha llegado la hora de hacer más para que siga así. Dado el hecho de que siempre habrá diferencias económicas en la sociedad, la pregunta correcta por preguntarse es: ¿Cómo conseguir una diferencia económica de nivel aceptable al tiempo que se consigue un sentido significativo de equidad social? Esta puede bien ser la pregunta fundamental que uno puede hacerse en el natalicio número 120 de Mao Zedong.
Mao nació en 1893. La China de ese entonces, que vivía los últimos días de la Dinastía Qing (1644-1911), iba ya en un rápido declive comparado con sus años de gloria, sucumbiendo a la agresividad, división y presencia semi-colonial de Europa y de Japón. Cuando Mao murió a la edad de 83 años, China ya había sido liberada de su yugo semi-colonial para convertirse en una República Popular China de carácter socialista, orgullosa e independiente, que peleó vehementemente para consolidarse y liderar a su pueblo a partir de 1949. No obstante, en 1976 China vivía una debacle económica, ocasionada por una década de turbulencias sociopolíticas y culturales a la que Mao había contribuido a crear, aparentemente con la buena intención de lograr la puridad teórica que demostró ser esquiva.
Inesperadamente en 1978, en aquél estratégico Tercer Pleno del Décimo Primer Comité Central del Partido Comunista de China, China cambió radicalmente su curso. La era de 30 años de “reforma y apertura” de Deng Xiaoping, la era de desarrollo económico pacífico, había dado inicio. El rápido éxito económico que resultó, con un impacto internacional, ha marcado un hito en la historia.
Más significativo ha sido el hecho de que desde un ángulo socio político China se ha transformado a sí misma en un estado socialista con características distintivas que, además de los principios del socialismo, también evoca inspiración y guía que se remonta a una compleja herencia histórica de pragmatismo radical, ampliamente conocido como “cruzar el río saltando de piedra en piedra.”
El pragmatismo exitoso y la estratégica “reforma y apertura” ahora es impulsada con una mayor vigorosidad bajo un nuevo liderazgo, encabezado por el presidente Xi Jinping y por el primer ministro Li Keqiang. La nación marcha firmemente en la consecución del Sueño Chino para el año 2020. A nivel internacional, esta transformación interna corona a China como un estado, seguro de sí mismo y pacífico, junto con un mundo de diversidad inherente. Que esta realidad de la diversidad sea aceptada y respetada constituye un actitud fundamental, de largo plazo y culturalmente incluyente, característica que distingue a los chinos.
Un ingrediente clave del éxito de la “reforma y apertura” es la práctica formal del “socialismo con características chinas”. Mao en realidad contribuyó a la formación de esta práctica, con el origen conceptual de esta práctica que data de sus célebres ensayos filosóficos “ Sobre la contradicción” y “Sobre la práctica”, los cuales escribió en 1937. Ambos ensayos, que contienen una característica filosófica china notable, hizo de la práctica del “socialismo con características chinas” una realidad.
Para China, tanto para la nación como para la civilización, “el socialismo con características chinas” se ha convertido en la directriz principal. Y esta directriz guía, arraigada tanto en el pasado revolucionario como en su larga herencia cultural, dirige el camino de China hacia delante, rumbo a la consecución del Sueño Chino en el corto plazo y rumbo a un mayor desarrollo de su civilización en el largo plazo.