Vivencias de una familia mexicana en China

Por MARÍA TERESA RODRÍGUEZ, doctora en Economía con especialidad en estudios sobre China, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

 

Vivencias de una familia mexicana en China

Mi experiencia en China está indisolublemente ligada a la que tuvimos como familia desde el primer momento que nos adentramos en ese gran país, hacia el mediodía del 4 de agosto de 1972. Temprano en la mañana habíamos abordado el trencito de la línea inaugurada en 1910, que nos llevó desde los Nuevos Territorios de la colonia Británica de Hong Kong (Región Administrativa Especial de China desde 1997) hasta la estación ferroviaria de Lowu, un trayecto de aproximadamente una hora. Fue ahí donde, a la mitad de un puente de madera por el que atravesamos caminando, encontramos a los primeros soldados del Ejército Popular de Liberación.

Un poco más tarde, ya dentro del territorio de la República Popular China, en una aldea montañosa perteneciente al condado de Baoan, observamos por primera vez el campo chino y una aldea rural perteneciente a un municipio que ahora tiene más de 10 millones de habitantes.

Otro viaje en tren, en este caso de dos horas, nos llevó desde el campo a una de las ciudades más pobladas de China, incluso entonces, y hoy una de las más dinámicas. La ciudad de Guangzhou (Cantón), capital de la provincia de Guangdong, era mundialmente conocida por su feria industrial y comercial, la llamada Feria de Cantón, que se celebraba dos veces al año con la asistencia de empresarios de todo el mundo, quienes encontraban allí una gran variedad de productos chinos.

Para nosotros era simplemente un paso en el camino hacia Beijing, de forma tal que de la estación de tren nos dirigimos directamente al aeropuerto, a fin de no perder un vuelo a la capital, donde nos esperaban para cenar. Tuvimos la suerte de que se atravesara en nuestro camino una tormenta veraniega que nos impidió seguir viajando y nos obligó a quedarnos en un hotel modesto frente al río Perla, en vez de en el conocido Dong Fang, que era el que normalmente utilizaban los diplomáticos destinados en China. Esa noche pudimos observar el movimiento de las barcazas que transitaban por el río en medio de una niebla espesa, las que eran constantemente alumbradas para evitar que chocaran unas con otras. Un solo día, nuestro primero en China como familia, fue suficiente para saber que tendríamos una experiencia inolvidable.

En Beijing pasamos una primera estancia de 3 años y medio (de agosto de 1972 a enero de 1976); los últimos de la era de Mao. En el Hospital de la Capital nació nuestro tercer hijo (Leonardo), el 16 de septiembre de 1973, coincidiendo con el Día Nacional de México. Poco tiempo antes, del 24 al 28 de agosto, se celebró el 10° Congreso del Partido Comunista de China, y el 13 de septiembre tuvo lugar el derrocamiento y muerte del presidente de Chile, Salvador Allende, por un golpe militar. En abril de ese febril 1973, el entonces presidente de México, Luis Echeverría, se convirtió en el primer presidente de nuestro país que visitó China, para fortalecer los lazos chino-mexicanos.

En nuestra primera estadía en China Popular la vida diplomática era muy activa, pues la apertura política estaba en todo su apogeo. Como cónyuge de un embajador tuve la oportunidad de saludar en recepciones oficiales a numerosos líderes mundiales. En cuanto a los dirigentes históricos de China, pude estrechar la mano e intercambiar algunas palabras con Zhou Enlai. También aproveché para estudiar sistemáticamente el pudonhua (la lengua común de China, también llamada mandarín), durante año y medio, en el entonces Instituto de Lenguas de Beijing, actualmente Universidad de Lengua y Cultura de Beijing.

Esos años en China culminaron con un viaje al Tíbet, el primero de un embajador extranjero y su esposa desde 1959, por invitación del Estado chino, que en su momento fue interpretado como un gesto político hacia el representante de México. Esa primera exposición a la vida de China fue muy rica para mi formación, la de mis hijos y mi esposo. Regresamos a China en marzo de 1982 y permanecimos en el país hasta junio de 1987, ya durante la era de Deng Xiaoping y de la apertura económica; otra rica experiencia. Pero esa es otra historia.

 
Palabras clave : familia mexicana, China

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