El Diario de China publicó ayer un artículo escrito por Doje Cezhug, alcalde de Lhasa, titulado "¿A esto lo llaman paz?" A continuación se presenta el texto completo:
¿A esto lo llaman paz?
Bajo la planificación deliberada y guía de la camarilla del Dalai Lama, el 14 de marzo un grupo de alborotadores lanzó una orgía de violencia, saqueo e incendios en Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tíbet de China.
Sus crímenes bárbaros perturbaron la paz y tranquilidad de Lhasa, y arrojaron a la antigua ciudad escénica en el caos y la turbulencia, causando pérdidas enormes a gente inocente y a su propiedad. El impulso sin contratiempos de desarrollo regional también fue afectado seriamente.
Sin embargo, la camarilla del Dalai Lama, así como algunos políticos y medios de comunicación occidentales parciales, han descrito a la violencia obviamente organizada como una "demostración pacífica". No obstante, ante los hechos irrefutables, la "manifestación pacífica" ha demostrado ser una mentira absoluta.
Ellos no pueden ocultar su motivo: sabotear los próximos Juegos Olímpicos de Beijing intentando captar la atención mundial, y desestabilizar la paz y unidad que han ganado terreno en el Tíbet en las últimas décadas.
El Dalai Lama nunca ha renunciado a los intentos políticos para separar al Tíbet de la patria. Durante una entrevista con periodistas británicos en enero, el Dalai pidió a sus seguidores que se manifestaran antes y durante las Olimpiadas de Beijing.
A partir del 10 de marzo, el "Congreso de la Juventud Tibetana (CJT)", una organización radical afiliada a los seguidores del Dalai Lama, lanzó la llamada "marcha pacífica" de la India al Tíbet y anunció que organizaría violencia si era bloqueada.
Tras los disturbios de Lhasa el 14 de marzo, el Dalai Lama ha dado órdenes a las fuerzas dentro del territorio de China con frecuencia y ha estado en contacto cercano con ellas para escalar la violencia.
Todo esto puso en evidencia una vez más la esencia separatista del Dalai Lama y la hipocresía de sus lemas de "paz" y "no violencia" esgrimidos desde hace tiempo.
Como resultado de la serie de hechos violentos que fueron tramados en Lhasa y en otras regiones, 18 civiles murieron, cientos resultaron heridos y las pérdidas económicas directas ascendieron a 250 millones de yuanes.
La Constitución del país garantiza a los ciudadanos el derecho a las reuniones y manifestaciones, pero también estipula que deben ser pacíficas y no dañar los intereses del país ni de otras personas.
Los alborotadores armados en las calles de Lhasa y de otras regiones no estaban participando en una manifestación pacífica, en drástico contraste con la policía, la cual conservó la máxima moderación mientras trataba de detener la violencia y restablecer la calma.
El 14 de marzo, los criminales también violaron la Carta de la Organización de las Naciones Unidas reconocida universalmente y las normas de las relaciones internacionales.
Es absolutamente legal que las autoridades del Tíbet lleven ante la justicia a los criminales que socavaron gravemente la soberanía y seguridad del país, y que también dañaron a los intereses fundamentales de las masas de tibetanos.
El Tíbet y los tibetanos han experimentado un mar de cambios en las mejoras en todos los aspectos desde la revolución democrática de 1959.
Con los esfuerzos conjuntos de otros grupos étnicos chinos y con el firme apoyo del gobierno central, el impulso acelerado de desarrollo del Tíbet no se detendrá de ninguna manera.
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