Por JORGE NUÑO*
*Jorge Nuño es director general del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo
Una de las experiencias de mi vida que más me enorgullece es haber acompañado al ex presidente Luis Echeverría en sus múltiples visitas a la República Popular China; más de 11 viajes en los que tuve el privilegio de conocer de manera directa la cultura y las tradiciones de ese país que en Occidente veíamos con misterio y que nos ha sorprendido en el siglo XXI, y que me obligaron a estudiar a fondo su historia, economía, tradiciones populares y, sobre todo, a entender cabalmente aquellos viejos prejuicios occidentales como el que dice “cuando China despierte, el mundo temblará” (Napoleón). Me di cuenta de que China ha despertado y de que el mundo, sin embargo, no está temblando.
Entendí muy bien que el país asiático no es un problema, sino la solución en muchos campos de la actividad internacional, porque, al igual que nuestro país, es una potencia de la paz. La paz con otro nombre: la construcción del desarrollo y la prosperidad de su pueblo, con una visión sin complejos de sus sufrimientos y del aislamiento del mundo que se construyó durante la posguerra y los marginó; descubrí que su pueblo es sencillo y trabajador, inspirado por filosofías muy profundas que en Occidente no entendemos, como son las de Confucio, el taoísmo o el budismo, y que me sentí obligado a comprender. Hoy, me considero un amigo, simplemente, desde ese gran pueblo abnegado como es el mexicano.
De cara a la conmemoración del bicentenario del inicio del Movimiento de Independencia de México, así como del centenario de la Revolución Social de 1910, resulta de gran importancia hacer una reflexión sobre los lazos amistosos que durante siglos han unido a nuestro país con China, nación con la que hemos compartido intereses como la defensa de la soberanía, la paz y la seguridad internacionales. Tanto México como China son ejemplos de países emergentes del Tercer Mundo que han compartido afanes de lucha en contra de agresiones de potencias extranjeras, a las cuales siempre han expulsado de su territorio, valores que se inspiran en una cultura de la paz y la defensa de la seguridad y la estabilidad internacionales, como fue el caso de la aprobación el 12 de diciembre de 1974 de la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados, que México propuso al concierto de Naciones en el marco del Nuevo Orden Económico Internacional. Hoy, frente a la crisis financiera preconizada en el Consenso de Washington, los puntos de esta Carta cobran de nuevo actualidad como verdadero pacto para el desarrollo, fundado en la paz y en la justicia internacionales.
Tanto China como México se parecen mucho, y no puede ser de otra manera, porque científicamente está comprobado que el origen del poblamiento de nuestro continente, hace 30.000 años, tuvo su origen en las migraciones que, cruzando el Istmo de Bering, se establecieron a lo largo y ancho del territorio mesoamericano, dando origen a este maravilloso mosaico de culturas, cuyos vestigios más claros son la cultura olmeca, la maya, la nahuátl, la incaica y otras.
México y China son cuna de tradiciones y culturas milenarias y sus pueblos están imbuidos de un fuerte sentimiento nacionalista, expresado en sus movimientos sociales o en sus revoluciones, como la fundación de la primera República de China de 1912 a 1949. Esta primera República fue fruto de un movimiento anticolonialista que perseguía una nueva sociedad civil y que preconizaba una nueva democracia a partir del surgimiento de pueblos independientes del sistema feudal. El poder eclesiástico independiente del Estado, la religión y el gobierno como entidades separadas y el goce de las libertades civiles al lado de los derechos humanos tienen supremacía en las constituciones tanto de México como de China.
En el siglo XX, a la visita a China del ex presidente Lázaro Cárdenas, el 21 de enero de 1959, en la cual se entrevistó con el presidente Mao, le sucedieron muchos otros viajes de dignatarios mexicanos, como el del presidente Echeverría en abril de 1973, quien fue recibido con muestras de enorme simpatía y gratitud por el Gobierno y el pueblo de China, entrevistándose también con Mao Zedong el día 23. Cabe destacar que, tras esta visita, todos los presidentes de México han visitado este país hermano. También que, el 2 de mayo de 1973, la señora Amalia Solórzano, viuda del general Lázaro Cárdenas fue recibida por el Ministro Zhou Enlai.
Los intercambios comerciales, como señalamos anteriormente, realmente se iniciaron en el siglo XVI, con el establecimiento de la ruta comercial de la nao de China, que venía cargada de porcelanas y sedas y llegaba al puerto de Acapulco vía Manila, inaugurando de esta manera un itinerario que duró más de 250 años. Debemos subrayar también que en China fue de circulación habitual la moneda de plata mexicana durante muchas décadas.
Después del establecimiento de relaciones diplomáticas en 1972, la cooperación económica, científica y tecnológica entre China y México es todo un reto y un desafío todavía por lograr, ya que la relación con China, como potencia económica de este siglo, tiene mucho que aportar en temas de inversión y desarrollo tecnológico en nuestro país, en el marco de los acuerdos ya firmados sobre comercio, colaboración científica, transporte marítimo, créditos bancarios, cooperación social, económica, energética y agropecuaria.
Hoy en día, China y México son sin duda alguna dos de los principales socios comerciales, con el país mesoamericano como uno de los receptores de inversión china en América Latina, y con China como el segundo socio comercial de México.
Los intercambios culturales entre nuestros dos países, con importantes antecedentes milenarios, cuentan con el interés de la población por iniciar un camino de aprendizaje mutuo, fundamentado en la vasta historia por la que México es reconocido mundialmente, junto a su cultura de fuertes raíces tradicionales populares y a una extraordinaria sabiduría que ha contribuido enormemente al progreso de la civilización, así como en la larga historia milenaria de China, que tanto ha aportado culturalmente a Occidente. En este marco, México fue el primer país latinoamericano que sostuvo contactos culturales e intercambios económicos con China tras la fundación de la nueva República Popular en 1949.
China y México son, en conclusión, el ejemplo más acabado de relaciones amistosas en el mundo. Ambos iniciaron sus intercambios comerciales bilaterales a mediados del siglo XVI y sus primeras relaciones diplomáticas datan del siglo XIX. Desde la fundación de la República Popular China, en 1949, las relaciones de amistad y cooperación han experimentado un aumento constante. El 14 de febrero de 1972, la República Popular China y los Estados Unidos Mexicanos formalizaron sus relaciones diplomáticas, después de una batalla del presidente Luis Echeverría en las Naciones Unidas, quien declaró que los derechos de soberanía sobre Taiwan le pertenecían a la República Popular China. Desde esa época, estos dos países, hermanos y amigos, han mantenido y desarrollado sus relaciones culturales y diplomáticas incesantemente, con frecuentes visitas y delegaciones de alto nivel que han fortalecido la confianza política y han ampliado los intercambios de cooperación en muy diversas áreas, firmando tratados sobre relaciones consulares, creando mecanismos de consulta entre las secretarías de Relaciones Exteriores y ratificando convenios de visados diplomáticos. Además, han compartido ante la opinión pública mexicana un fuerte deseo de cooperación por la paz y la seguridad internacionales.
En el siglo XX, las relaciones de cooperación entre China y México se han elevado a niveles de beneficio mutuo, sentando las bases para el establecimiento de asociaciones de cooperación en todos los ámbitos de cara al siglo XXI, con la convicción de que pueden constituir una alianza estratégica con un potencial enorme para el intercambio político, económico, científico, tecnológico, cultural y educativo. Ambos países han apostado por la cooperación amistosa con fuertes intereses por ampliar las perspectivas del beneficio mutuo en el marco de la cooperación Sur-Sur, la defensa de la paz y la promoción del desarrollo.