La relación México-China: una historia de encuentros y amistad

Por ARTURO OROPEZA*

*Doctor en Derecho Económico por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), e investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Autor y coordinador de diversas obras sobre Derecho Comercial Internacional e Integración Económica.

 

 

La relación de México con China, que rebasa ya los cuatrocientos años desde su primer encuentro documentado, en 1565, ha estado dibujada por los diferentes avatares de su historia.

En el siglo XVI tiene lugar la primera aproximación de sus culturas, a través del arribo del Galeón San Pablo a las costas mexicanas de Acapulco (proveniente de Manila), trayendo mercaderías de China. En ese tiempo, China era una gran potencia que representaba aproximadamente el 23% de la economía mundial y su grado de desarrollo destacaba dentro del marco general de las potencias económicas del momento, donde ninguna comparación de productividad agrícola, capacidad industrial, complejidad comercial, riqueza urbana o estándar de vida (sin mencionar la sofisticación burocrática y los logros culturales), hubiese puesto a Europa a la par con el imperio asiático.

En el siglo XVI, la población china, de 138 millones de personas, ya era superior a la de los países europeos, con 96 millones de habitantes. Por su parte, México había visto el derrumbamiento de su imperio en 1521 e iniciaba el proceso de su mestizaje a través de su etapa colonial, en convivencia forzada con una de las potencias marítimas del momento (España). A partir de 1565 y durante los siguientes 250 años en que aproximadamente se mantuvo el puente marítimo, cultural y comercial, entre México y China, la relación se significó por la distancia de la geografía, el aislamiento de China respecto al exterior para concentrarse en el control y consolidación de su propio imperio y la transformación de México a través de la amalgama de sus realidades indígena y española.

En diciembre de 1899, se produce el segundo encuentro y primero de carácter oficial entre México y China, cuando ambos países suscribieron un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, el cual apareció publicado en el Diario Oficial de la Federación el 24 de julio de 1900. A través de este documento histórico se formalizan por primera vez las relaciones entre ambos países, al autorizarse el establecimiento de representantes diplomáticos y consulares. Con fundamento en su artículo 10, este Tratado ya registraba la intención bilateral que ha prevalecido hasta nuestros días en el sentido de que "Habrá perpetua, firme y sincera amistad entre los Estados Unidos Mexicanos y el Imperio de China, así cómo de sus respectivos súbditos y ciudadanos”.

Sin embargo, desde el primer encuentro de sus culturas y comercio hasta este acercamiento oficial, China ya había transitado de la dinastía Ming a la dinastía Qing, y del 23% del PIB mundial, había ascendido al 32% en 1800, para empezar a descender a lo largo de todo el siglo XIX hasta llegar al 5% en 1952. De igual modo, China ya había entrado en la etapa conocida como del Imperio Tardío (1600-1911), la cual termina precisamente doce años después de firmado el Tratado de Amistad entre ambos países, en el marco de una gran crisis política, económica y social. México, por su parte, casi un siglo después de su independencia, construía afanosamente los primeros andamiajes de su historia moderna, preocupado por la defensa de su territorio y de su soberanía al término de su ciclo de Reforma y a once años de que estallara su Revolución. Alrededor de este segundo encuentro, tanto a China como a México los identifica el acoso de las nuevas potencias marítimas, que, en una etapa de expansión, invaden su soberanía en la búsqueda de ventajas y preferencias políticas y económicas. En el caso de China, a partir de 1839 sufre las agresiones de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, entre otros, las cuales llegaron a provocar la firma del Tratado de Nanjing, en 1842, por el que China otorgaba concesiones importantes a Inglaterra, o la ocupación de Beijing, siendo capital del país, en 1860, por tropas anglofrancesas. Por su parte, México también vivió este acecho en el siglo XIX: primero, de parte de Estados Unidos, a través de la invasión de 1847, la cual también llevó a las tropas norteamericanas a tomar la capital de México y a la pérdida por parte de este último de la mitad de su territorio; y posteriormente, en 1862, cuando Francia e Inglaterra (además de España), en la misma década que invadían a China, hacían lo mismo con México a través del desembarco de sus tropas en el Puerto de Veracruz.

A principios del siglo XX, tanto México como China ven aislada su relación, entre otros factores, a causa de sus movimientos político-sociales. Respecto a China, en 1908 muere el Emperador Guangxu y el 1 de enero de 1912 asume Sun Yatsen el cargo de presidente provisional de la República China, en Nanjing. Pero su muerte, en 1925, ocasiona una etapa de agitación militar y política que, no obstante de transitar por un periodo de relativa certidumbre de 1927 a 1937, no se resuelve del todo hasta 1949, con el triunfo de la revolución del pueblo chino encabezada por el presidente Mao Zedong. México, por su parte, durante las primeras dos décadas del siglo XX vive una gran convulsión social, que estalla a manera de Revolución en 1910, levantamiento que se institucionalizará a través de su Constitución de 1917, si bien el país no se estabilizará política y militarmente hasta la segunda década del mismo siglo.

Durante esta primera mitad del siglo XX, tanto a México como a China los caracteriza la lucha por las mejoras sociales de sus pueblos, así como la búsqueda de la formula política a través de la cual pueda generarse el orden sustentable de sus países.

El tercer encuentro histórico, y el segundo de carácter oficial, se empieza a fraguar en 1949, ante la necesidad de China de revaluar su política internacional, otorgándole un valor importante a su relación con América Latina. Este nuevo encuentro se concreta el 14 de febrero de 1972, momento en el que México reconoce a China de manera oficial ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, la relación diplomática entre México y China ha trascurrido de manera cordial, viéndose fortalecida a través de las visitas oficiales al país asiático por parte de todos los presidentes de México desde el año de 1973 hasta la presente fecha. Al propio tiempo, este gesto de interés y amistad también ha sido respondido por líderes políticos chinos de primer nivel, incluyendo al presidente Hu Jintao, quien viajó a México en 2005.

Dice Octavio paz que las culturas son realidades que resisten con inmensa vitalidad a los accidentes de la historia y del tiempo. La resistencia como cultura, o la cultura de la resistencia, junto con su milenarismo, son los factores que identifican a estos dos países que han sobrevivido en el espacio y en el tiempo y se presentan como cualidades que permiten el diálogo entre dos pueblos que saben hablar sin prisa, que cuando conversan sobre su futuro, lo hacen a través de los ojos de su pasado.

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