spanish.china.org.cn | 10. 05. 2020 | Editor:Liria Li | Texto |
Por Jorge Fernández
La mini Constitución del territorio autónomo ha mantenido incólume la unidad nacional y ha defendido plenamente los derechos del pueblo hongkongnés a lo largo de las últimas tres décadas.
El 4 de abril se cumplen 30 años de la aprobación, por votación de la VII Asamblea Popular Nacional (APN), de la Ley Básica de Hong Kong. Este documento, que consagra derechos administrativos especiales para la excolonia británica, ha fungido como eficaz herramienta legal para materializar el tan anhelado proceso de unificación nacional. Con base en un Estado de derecho, la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAEHK) y la parte continental de China han sorteado los complejos retos que hay implícitos en un pueblo que se rige por dos sistemas políticos distintos.
Los desafíos comenzaron casi inmediatamente después de la retrocesión, con la crisis financiera asiática de 1997. La Ley Básica garantizó la paz y la estabilidad en un momento en que la excolonia británica y la parte continental de China protagonizaban ya los primeros retos de una relación multifacética. La RAEHK resistió con éxito la delicada situación económica y continuó con el dinamismo económico protagonizado con anterioridad, aunque a diferencia del pasado, esa energía era impulsada y complementada ya por la reforma, la apertura y la modernización de la parte continental.
La Ley Básica —que consagra el principio de ‘Un país, dos sistemas’, ‘Hong Kong gobernado por los hongkongneses’ y ‘Un alto grado de autonomía’—, ha garantizado la paz necesaria para multiplicar el potencial económico que hay en esa parte de China. Y a pesar de las crisis financieras, las pandemias, los intentos intervencionistas y los movimientos separatistas, la mini Constitución del territorio autónomo ha mantenido incólume la unidad nacional y ha defendido plenamente los derechos del pueblo hongkongnés a lo largo de las últimas tres décadas.
Tanto el potencial económico como los derechos del pueblo hongkongnés, no obstante, han sido mermados a ratos por grupos disidentes que aprovechan momentos circunstanciales tanto de la vida de la RAEHK como la de la parte continental de China. Y de cara a estos flagelos, la ley ha prevalecido en defensa de los intereses de todo el Estado, como quedó demostrado en el Otoño de 2016 cuando la APN suprimió a separatistas con la interpretación final del Artículo 104 de la Ley Básica de Hong Kong, que estipula que los legisladores deben jurar lealtad al país antes de ocupar un escaño.
La Ley Básica es el instrumento por medio del cual se garantiza no solo la estabilidad social, sino también la prosperidad económica y el progreso. En ella están integrados los intereses de todas las partes, permite la materialización del consenso, y sobre todo, fortalece los trabajos orientados a la unificación de la patria por medio del avanzado principio de ‘Un país, dos sistemas’. Es una legislación positiva que si bien no ha estado libre de retos, ha salido avante de todas las pruebas que ante ella se han presentado.
De cara a una pandemia causada por el nuevo coronavirus, la prosperidad que la mini Constitución ha generado en estas tres décadas está siendo víctima de un nuevo reto: el oportunismo de grupos tanto dentro como fuera de la región que aprovechan la crisis sanitaria para socavar los principios consagrados en la ley. La prensa ha publicado informes de grupos radicales que invitan a jóvenes a contrariar las recomendaciones de aislamiento y a prepararse para emprender acciones encaminadas a la rebelión social. Estos llamamientos insultan a todos aquellos que padecen de los males de la COVID-19 y contravienen los esfuerzos emprendidos para proteger al pueblo de Hong Kong.
A la par de las acciones irresponsables de los separatistas, que ponen en peligro la salud económica, política y social de toda la región, están las voces que desde el exterior los alientan o justifican para perpetrar tan vergonzantes acciones. En el informe anual que Estados Unidos redacta sobre derechos humanos, la RAEHK ha sido acusada de brutalidad, arbitrariedad y restricciones a la libertad de expresión, que supuestamente se han desatado en represalia a las manifestaciones de los jóvenes. Este tipo de acusaciones, que tergiversan maliciosamente los hechos ocurridos en la región china, caen en el terreno de la interferencia en los asuntos internos del territorio autónomo, y por ende, en los del Estado chino.
Una vez más la Unión Americana busca interferir en los asuntos de una región de China, pero ahora, a diferencia de las veces anteriores, busca distraer a la opinión pública estadounidense para que no hable de su propia realidad. Además de los datos abundantes que hay sobre las violaciones a los derechos humanos en Estados Unidos, la situación epidémica en el país del Norte, aunado a una gestión ineficiente para prevenir, controlar y mitigar la propagación de COVID-19, obliga a la Administración Trump a recurrir a las acusaciones para ocultar su propia incompetencia. Ni China ni la RAEHK deben ser víctimas de la negligencia en Estados Unidos, que bien pudo con tiempo de sobra evitar convertirse en epicentro mundial del nuevo coronavirus.
La historia ha dejado en China divisiones que ahora, con el esfuerzo de todo el pueblo, están corrigiéndose por medio de métodos pacíficos. La Ley Básica de Hong Kong es la antítesis de la unificación nacional por medio de la imposición militar. El Estado chino apuesta por una unión pacífica y civilizada que está marcando un hito en la historia de la humanidad. El principio de ‘Un país, dos sistemas’, neutraliza esos desafortunados legados históricos y refuerza la aspiración común de un pueblo por la unificación plena sin derramar una sola gota de sangre. La mini Constitución de la RAEHK ofrece vitalidad a los esfuerzos emprendidos por todas las partes para materializar el sueño de un país sin divisiones. Hoy esa energía cumple 30 años de haberse plasmado en papel.