spanish.china.org.cn | 19. 02. 2020 | Editor:Eva Yu | Texto |
Por Jorge Fernández
Beijing seguirá siendo un aguerrido baluarte que defienda el multilateralismo y el libre comercio.
En 2017, el discurso “Compartir la responsabilidad de nuestra era, promover el desarrollo global”, que se pronunció tres días antes de la ceremonia de investidura de Donald Trump, contravino la retórica económica del momento en Estados Unidos, anteriormente hogar de los promotores de liberalización, y pasó a ser el estandarte de una lucha en favor del libre comercio y la globalización.
¿Quién era la persona que abanderó este discurso? ¿Por qué atajó al sainete de palabras vociferadas por Donald Trump en su carrera a la presidencia? El discurso de Xi Jinping, presidente de China, convirtió esa timidez, que a muchos impedía protestar contra la verborrea de Trump, en un glosario de argumentos en favor de un sistema globalizado.
El mandatario hizo del Foro Davos un fortín para presentar la posición de China frente a la polémica levantada por el ya electo presidente Trump en su proselitismo por la silla presidencial. Para aquellos aún no familiarizados con la modernización de China, el discurso de Xi contrastaba abiertamente con los estereotipos que se tenían de China. Y para aquellos que aún veían en Washington el hogar por antonomasia del capitalismo, los dichos de Trump preconizaban la llegada de un mundo al revés.
Por un lado, Estados Unidos, otrora promotor de la liberalización, advertía en voz de su presidente electo que desecharía las reglas del libre comercio bajo el argumento de que el sistema global había esclavizado a la unión americana. Y por otro lado China, que en el periodo de la segunda posguerra se había decantado por una economía cerrada, arropaba a Xi Jinping en Davos para abogar por un sistema global y de inversión más libre.
Habían pasado ya 38 años desde que China se había embarcado en una de las empresas más grandes en la historia de la humanidad. La política de reforma y apertura, que ya había sacado a más de 800 millones de personas de la pobreza, tenía décadas de avanzar por el camino del libre comercio y la reducción gradual de la intervención estatal. Xi Jinping subió al estrado en Davos para reiterar apasionadamente que el proyecto de China estaba íntimamente ligado a una mayor integración de la economía mundial.
El discurso de Xi resultó música para los oídos de aquellos líderes y estrategas descontentos con el surgimiento del proteccionismo. La aplicación de esta doctrina económica, según aclaró el mandatario en su discurso, “es como encerrarse en una habitación oscura. Si bien es cierto que el viento y la lluvia se contienen afuera, también es cierto que el cuarto oscuro estará aislado de la luz y el aire. Nadia surgirá ganador en una guerra comercial”.
La comunidad internacional dedicó elogios a la postura de China y de su presidente, a quien la prensa llamó el último gran defensor de la globalización. Ese día, Xi Jinping aclaró en Davos que gran parte de los escollos económicos no son culpa del librecambismo, como muchos de sus detractores afirman, sino del apetito voraz y del fracaso de los sistemas de regulación financiera. Y de cara a los demagogos del proteccionismo, Xi anunciaba en Davos, trinchera de los promotores de la globalización, que China trabajaría para extender su influencia a través de una mayor integración económica y comercial.
Las ideas vertidas por el mandatario en Davos representaban un llamamiento al mundo para cerrar filas ante una andanada de demagogos que favorecían el proteccionismo. "Tenemos que permanecer comprometidos con el desarrollo del libre comercio y la inversión, para promover el comercio y la inversión, la liberalización y la facilitación (del comercio) a través de la apertura y decir no al proteccionismo”.
El discurso de Xi Jinping fue el heraldo de una lucha en la que Beijing se erigió como fortaleza para la defensa de la globalización. China aceleró el ya avanzado proceso de reforma y apertura, no solo con la aprobación de leyes orientadas a ofrecer más y mejores oportunidades a los inversores extranjeros, sino con la continuidad de proyectos faraónicos al interior y exterior del país que apuntan a fortalecer el proceso de vinculación que el gigante asiático tiene con el mundo.
En los prolegómenos de la 50a edición del Foro Económico Mundial de Davos, que se celebrará entre el 21 y el 24 de enero, el discurso del presidente Xi se ha convertido en insignia de una lucha que busca encausar correctamente el proceso de la globalización económica. Y mientras en el mundo haya demagogos que desde la silla presidencial busquen beneficiar solo a reducidas minorías, Beijing seguirá siendo un aguerrido baluarte en defensa del multilateralismo y el libre comercio.