spanish.china.org.cn | 19. 12. 2018 | Editor:Lety Du | [A A A] |
Por Mauricio Castellanos
Es la hora de celebrar los primeros 40 años del momento cuando el entonces líder chino, Deng Xiaoping, tomó la decisión de dar un timonazo y enrumbar a la economía china por un camino absolutamente nuevo, consciente de que había riesgos, pero en el fondo con la seguridad de que era el camino correcto.
Deng entendió que China tenía el potencial para pasar de ser un país que apenas lograba satisfacer las necesidades más básicas de su población a uno cuyos habitantes pudieran realizar a plenitud su proyecto de vida avanzando siempre por el sendero socialista. Y, lo más importante, entendió que para eso era necesario reformarlo y abrirlo al mundo.
El tamaño de China, su numerosa población y, sobre todo, los masivos cambios que ha experimentado en estas cuatro décadas, han hecho que el audaz cambio de dirección de Deng haya tenido y siga teniendo repercusiones a lo largo y ancho del planeta.
Y si hay un ejemplo de esto es América Latina y el Caribe, la región más alejada de China en términos geográficos pero que hoy en día tiene con el país asiático una de las relaciones más sólidas y maduras en lo político, lo comercial y lo cultural.
Como es lógico, la idea del gobernante era, primeramente, solucionar los problemas que aquejaban a sus compatriotas. Pero los resultados llegaron tan rápido y fueron tan satisfactorios que, fieles a los principios socialistas, él y quienes lo han sucedido en el cargo no dudaron en compartirlos.
Acaso el factor más decisivo para la armonía de la que ha disfrutado el vínculo sino-latinoamericano sea el hecho de que todos sean países del Sur, países en vías de desarrollo.
El desarrollo y el bienestar chinos han cruzado el Pacífico y esto está permitiendo que las naciones latinoamericanas y caribeñas estén viviendo una de sus mejores épocas, fortaleciéndose en lo económico, dotándose de infraestructuras cruciales para su crecimiento y haciendo oír su voz con mayor autoridad en la palestra internacional a través de un amigo y un socio que entiende su sentir a la perfección.
Cuando la reforma y la apertura echaron a andar, el comercio bilateral entre China y la región latinoamericana y caribeña era de apenas 736 millones de dólares. Un año después ya iba en 1.260 millones, y ya para el año 2000 era de 10.000 millones. Allí, coincidiendo con el inicio del siglo XXI, las dos partes se pusieron de acuerdo en que era necesario, y posible, reforzar los lazos y aprovechar de forma más efectiva las fortalezas de una y otra. Por eso, solo en la primera década del nuevo siglo la cifra saltó a 200.000, y ya para 2017 estaba en 260.000 millones de dólares. Latinoamérica, además, se ha posicionado ya como el segundo mayor destino de inversión de China, después de Asia, con más de 200.000 millones de dólares, que llegan ya no exclusivamente a la industria minera sino a sectores como transporte, energías renovables electricidad y finanzas. Asimismo, las compras de China a los países latinoamericanos se han multiplicado hasta el punto de que es ya el tercer mercado para sus exportaciones, el lugar al que la región le vende el 10 por ciento de sus materias primas, productos, bienes y servicios.
Otro resultado positivo de la reforma y apertura de China para América Latina es el fortalecimiento del turismo, uno de los sectores más importantes prácticamente para todos los países de la región. El número de viajeros que dan la vuelta al mundo para conocer las maravillas naturales, apreciar la riqueza histórica y disfrutar de la hospitalidad de ese lado de la Tierra crece año tras año, y la tendencia es tan sólida que ya están operando dos vuelos directos (Beijing-Ciudad de México y Beijing-Panamá), lo que no se debe subvalorar, si se tienen en cuenta los 16.000 kilómetros, en promedio, que les separan.
Los eternos críticos de China sostienen que su creciente interés en la región se limita a los recursos naturales y que lo que en realidad busca es “explotarla”. No obstante, a diferencia de ellos, tanto aquella como esta tienen las cifras y las obras a la mano para dar fe de la sana evolución de su relación. Latinoamérica y el Caribe es para China mucho más que un simple proveedor de materias primas, y China es para los países de la región mucho más que un enorme mercado.
Dos libros blancos en ocho años, un nuevo foro de cooperación, un comercio bilateral que no para de crecer y que se va ajustando al ritmo de los tiempos, la evolución positiva de un vínculo que con la llegada de nuevos países, como Panamá y República Dominicana, se consolida cada vez más. Probablemente nada de esto hubiera ocurrido, o al menos no tan pronto, de no haber sido por la visión de Deng Xiaoping y su política de reforma y apertura, que le dio a China la oportunidad de establecer un contacto más estrecho con América Latina y el Caribe para contar con un socio y aliado confiable al otro lado del mundo, y a esta de acceder a, y sacar provecho de, la experiencia de desarrollo de un país también emergente que hoy, más que nunca antes, está de su lado.