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spanish.china.org.cn | 15. 03. 2016 | Editor: Elena Yang | [A A A] |
Por Jorge Fernández
Sin reformas, no habrá crecimiento sostenible de la economía, y sin crecimiento sostenible de la economía, la pobreza aumentará exponencialmente sus campos de acción.
La condición que permitió sacar a millones de chinos de la pobreza extrema, un desarrollo acelerado de la economía, experimenta hoy en día una ralentización. La estimulación del consumo interno, motor del desarrollo chino en el marco de una transformación del modelo económico, será en los próximos años el principal factor de la ecuación para vencer a la pobreza en China.
En las tres décadas pasadas, China sacó a 700 millones de personas del umbral de la pobreza, monumental proeza que resultó de un desarrollo económico basado en la exportación. Si China disminuyó drásticamente la pobreza de su gente, esto resultó por el efecto contundente que la política de Reforma y Apertura tuvo en los años posteriores a la década de los 70.
El crecimiento de dos dígitos, no obstante, ya terminó. El año pasado China sacudió al mundo con un crecimiento en descenso del 6,9 por ciento. Esa fuerza que dejó obnubilado a Occidente ha quedado sometida a nuevas variables, retos del desarrollo y la modernización, que advierten de la imposibilidad de mantener el crecimiento con un modelo orientado a la exportación.
La pobreza en China deberá abordarse ahora mediante otra estrategia, una cuya vitalidad esencial nazca de la profundización de la reforma. En el pasado, el consumo interno desempeñó un papel parcial en el crecimiento, pero ahora, bajo nuevas condiciones de la normalidad del crecimiento, el consumo nacional asumirá un papel fundamental no solo en la vitalidad de la economía sino en el combate a la pobreza.
La vinculación entre el alivio de la pobreza y la reforma en China es íntima e inseparable. La reforma en China apunta a la construcción de un modelo de desarrollo sostenible que a su vez sea motor para aliviar el problema de la precariedad. La postergación de la profundización de la reforma, en la que se asume surgirá una distribución eficiente y más equitativa de los ingresos, es vital en el combate a la pobreza.
El momento histórico actual de China, uno en el que la constante son los esfuerzos para impulsar la reforma económica, coincide naturalmente con retos colosales a sortear, porque el número de pobres que aún existen en China, 200 millones según el Banco Mundial, son los más difíciles, los que están en las regiones más inhóspitas y a los que China deberá encarar en uno de los momentos más críticos de la transformación económica.
Y es en estos momentos en los que la retórica, amparada en la manipulación ingeniosa de estándares, puede asestar un revés a los programas para erradicar a la pobreza. China resolverá la pobreza absoluta en 2020, en atención a la creación de una sociedad moderadamente próspera, bajo criterios coherentes bajo las condiciones de desarrollo actual, pero que requerirán reajustarse y redefinirse constantemente en los planes y programas posteriores, a fin de cubrir a más personas.
China es un país en el que hay zonas de condiciones mínimas para estimular el desarrollo económico. Esto es, las grandes victorias asestadas por China se han librado en campos de batalla propicios para el éxito. Quedan ahora los escenarios en los que la tierra es yerma, en donde la infraestructura es inexistente, donde la salud es mala y donde el nivel educativo es bajo.
El otrora líder Deng Xiaoping enriqueció al mayor número de chinos en la historia de la humanidad, al tiempo que sacó al mayor número de pobres en el menor tiempo posible. Repetir las hazañas del legendario líder demandan una revitalización del proceso de reforma, y sobre todo, el reconocimiento de que los frutos del desarrollo en China aún no han alcanzado a algunas regiones del centro y del occidente del país.