El plan de China de incrementar su presupuesto de defensa para este año en un 7,6 por ciento, la cifra más baja en seis años, es otro paso racional en beneficio del desarrollo económico del país, que no da margen al cliché de la "amenaza de China" exagerado por ciertas potencias occidentales.

Resulta notable que China, el tercer mayor país del mundo en cuanto a territorio, defiende la mayor población global con apenas el 6 por ciento de lo que Estados Unidos gasta en defensa per cápita. Sin embargo, medios de comunicación occidentales critican el aumento del presupuesto de defensa de China mediante acusaciones infundadas.

La verdad es que, aún con el menor incremento desde 2010, el presupuesto de defensa de China representa menos de un tercio del de Estados Unidos, nación que deja pequeña incluso la combinación de los ocho países que clasifican tras ella en términos de gastos militares.

La acusación forma parte simplemente de una planeada propaganda dirigida por Occidente para difamar a China y retratar al país asiático como una amenaza creciente, lo cual necesita como excusa para conseguir un mayor presupuesto militar.

Si se sacara sus gafas tintadas, Occidente podría entender fácilmente que el incremento del gasto militar chino es un ajuste normal y racional de la defensa de un país que tiene una política de defensa nacional de carácter defensivo, y que cuenta con un inmenso territorio y grandes extensiones de aguas territoriales que defender.

La justificación del aumento del gasto de defensa se basa en tres puntos.

Primero, defender el territorio propio con un presupuesto adecuado es un derecho sagrado otorgado por la ley internacional a todos los países. De esta manera, el aumento del presupuesto de defensa, según las necesidades de defensa, es puramente una parte de los asuntos internos de China.

Lanzando ladrillos desde el exterior, Occidente está de hecho interfiriendo en los asuntos internos de China.

Segundo, debido al embargo de armas de Occidente contra China, Beijing no tiene otra opción en depender mayormente de sí mismo para la modernización de su defensa desde la base, lo que requiere sin duda altos gastos militares.

Sin embargo, aún tras el incremento, el presupuesto apenas representa el 1,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de China, inferior al nivel promedio global del 2,6 por ciento. Estados Unidos tiene un 4 por ciento.

Tercero, con la creciente intromisión de buques y aviones de guerra en las aguas territoriales y el espacio de China, Estados Unidos y algunos de sus aliados desafían a China en nombre de la "libertad de navegación".

China no puede eludir estos desafíos simplemente con sampanes y telescopios. Sus fuerzas armadas, que nunca han incitado una guerra contra nadie, necesitan ser modernizadas con un crecimiento razonable del presupuesto militar.

Por todo esto, el aumento del presupuesto de defensa de China es moderado, y quienquiera que hable mal de China estará intentando vender algo, ya sea el cliché de la "amenaza de China" o la ilusoria hegemonía de China.

La campaña difamatoria contra China demuestra claramente que Washington y algunos de sus aliados están adoptando un peligroso enfoque aislacionista sobre el asunto del desarrollo de China. Al describir a China como un país que busca la hegemonía, el actual gigante juega al juego de ladrones gritando "detengan al ladrón".

Resulta muy aconsejable que las potencias occidentales, en particular Estados Unidos, expandan su terreno estratégico y contemplen un promisorio futuro con la cooperación chino-occidental, en vez de la confrontación. Esta es una misión que ninguna de las partes puede darse el lujo de perder.