(SPANISH.CHINA.ORG.CN) – Dicen que la información, bien empleada, es poder. Tal vez ello explique la inusitada atención que prestan por estos días la opinión pública y los Gobiernos de las principales potencias occidentales y los países emergentes a las informaciones que se generan desde Beijing, sede de las tradicionales sesiones anuales de la Asamblea Popular Nacional (APN) y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh).
Las expectativas generadas corroboran lo que para muchos es desde hace no poco tiempo una verdad consumada: lo que ocurra en China puede tener en la actualidad una repercusión incuestionable en el resto del planeta, incluso si se trata ya de temas que aparentemente despiertan interés solo de puertas hacia adentro.
La reiteración puede sonar a lugar común, pero el peso cada vez mayor de China en el escenario político y económico internacional ha terminado por dar la razón a quienes hace unos años predijeron el protagonismo que llegaría a alcanzar el país y, visto su asombroso despegue en la práctica, acortaron los plazos en los que estimaban se consumarían sus vaticinios.
Después de cuatro años de un traspié en otro y dando muestras aún de no leer bien la brújula a la hora de fijar el rumbo para salir de la crisis financiera que las azota, las principales potencias occidentales, a cuyos líderes es cada vez más común ver en China en busca de ayuda (¡Cómo cambian los tiempos!), permanecen atentas a lo que se decide en Beijing, ya no solo en materia económica, sino también política.
Por ley este año toca cambio de Gobierno en China y aunque el acontecimiento no tendrá lugar hasta el próximo otoño, cuando se celebre el XVIII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), todos esperan que la APN y la CCPPCh les ofrezcan pistas y confirmen las quinielas.
Dicen que la curiosidad mató al gato y no son pocos los que en el mundo se muestran hoy tan ansiosos como el felino queriendo saber siempre un poco más sobre el cambio de modelo de desarrollo que el país ha decidido emprender, convencido de que es imprescindible sustituir el sistema hasta ahora basado casi exclusivamente en las exportaciones para evitar que los males que aquejan a Europa y Estados Unidos, principales socios comerciales de China, terminen por contagiarla.
Urge por tanto tener al menos una idea de cómo el futuro Gobierno, que estará integrado, por razones obvias, por una generación que en su totalidad estudió y se formó tras la puesta en marcha de la reforma y apertura, por tanto más acostumbrada al roce con Occidente, implementará esos cambios y manejará sus relaciones internacionales en todos los campos, incluido, por supuesto, el apoyo financiero que permita a Europa librarse de una vez del pantano de la crisis.
Lo que sea bueno para China, confesó recientemente un diplomático latinoamericano, incluso si tiene que ver solo con el incremento del consumo interno o el nivel de vida de los chinos, puede ser también beneficioso para aquellos países que mantienen importantes vínculos comerciales con la segunda mayor economía del mundo.
Occidente quiere saber, al igual que las potencias emergentes que junto a China son consideradas hoy una de las principales fuentes en las que las economías en crisis intentan pescar los recursos financieros que necesitan para escapar de la recesión cuanto antes. Y también quieren saber los países del entorno geopolítico chino, hasta cierto punto los más interesados, y del resto del planeta.
Un simple dato confirma ese insólito interés: más de 3.000 periodistas, 900 de ellos extranjeros, han sido acreditados para las sesiones de la APN y la CCPPCh. Más de 600, según los organizadores, provienen de Hong Kong, Macao y Taiwán, otros 200 reportan para medios estadounidenses y japoneses y no faltan tampoco los de Rusia, India, Brasil y Sudáfrica, que junto a China forman el potente grupo de los BRICS.