Las subidas del precio del petróleo derivadas de la inestabilidad en algunos de los principales proveedores parecen confirmar esta idea. Con un suministro de crudo cada vez más incierto y caro, la seguridad energética de China y el futuro de su desarrollo económico y social pueden verse afectados.
Una muestra de la importancia que China concede a las cuestiones energéticas es que la Comisión Nacional de la Energía (NEC) -creada en junio de 2010 para sustituir a la Administración Nacional de Energía (NEA)- está presidida por el propio primer ministro, Wen Jiabao.
Así, no resulta extraño ver que en las discusiones de estos días entorno al XII Plan Quinquenal, los recursos y la eficiencia energética, así como el desarrollo de las energías renovables y alternativas, esté siendo uno de los principales focos de debate en las sesiones de la APN.
Zhang Guobao, que fue presidente de la NEA, declaró a Xinhua que “la preparación de energías alternativas debe llevarse a cabo tan pronto como sea posible”.
Y precisamente eso es lo que está haciendo. China ha pasado de ser un país donde apenas existían las energías renovables a convertirse en el mayor inversor en el desarrollo de la ‘industria verde’ y líder mundial en la producción de paneles solares y turbinas eólicas. Y todo en cuestión de sólo unos años.
Obviamente, queda un largo camino por delante, ya que el país aún sigue dependiendo considerablemente del carbón y del petróleo (algunos datos apuntan que China podría sobrepasar a Estados Unidos como primer importador de crudo en este año), pero es patente que al menos se está trabajando para asentar las bases futuras de una menor dependencia energética del exterior y de una economía medioambientalmente más sostenible.
En 2009 (último año del que se disponen datos), la inversión china en energías renovables llegó a 34.600 millones de dólares, según un estudio de la norteamericana Pew Charitable Trusts, una cantidad que supera a la de cualquier otro país del planeta.
China juega con ciertas ventajas, como el monopolio casi absoluto del Estado sobre el sector energético o la capacidad del gobierno para tomar decisiones pese a quien pese, ya que la energía se ha convertido en toda una estrategia de carácter más bien político y cuya prioridad, a medio y largo plazo, pasa incluso por encima de los intereses inmediatos de las compañías energéticas.
Por eso, mientras en el exterior se habla mucho sobre el ostensible y previsible aumento del 12,7 por ciento en el gasto militar chino, el espectacular avance del país asiático en el sector energético y la economía verde sigue su camino imparable y de forma relativamente discreta. China ya se dispone a lanzar su ‘Sputnik’ mientras el resto sigue con los ojos pegados al suelo.