Tomé fotografías del Tíbet en otoño avanzado
Cuando uno sale del Aeropuerto Gonggar de Lhasa,
le recibe un cielo azul moteado de nubes blancas como un enorme
cartel de publicidad que dijera: “Usted está ya en el techo del
mundo”.
El Tíbet difiere en paisaje de zona a zona y de estación a estación,
pero siempre reinan el aire puro, el paisaje hermoso, una rica
cultura étnica y una densa atmósfera religiosa.
Avanzado el otoño, este reportero viajó más de 20 días por la
ciudad de Lhasa, la prefectura de Xigaze y la prefectura de Nyingchi,
donde tomó más de mil fotografías, reteniendo muchas imágenes
en su mente.
Lhasa
Ésta es una ciudad donde están entretejidas en armonía la modernidad
con la tradición, y la vida seglar con la fe religiosa.
Lhasa, situada en la ribera norte del curso medio del río homónimo
y a 3.657 metros sobre el nivel del mar, es la capital, la ciudad
más grande y el centro político, económico, cultural y de transporte
de la región autónoma del Tíbet, China, y tiene 400 mil habitantes
entre más de 30 grupos étnicos, incluyendo al tibetano, el han
(la etnia mayoritaria del país) y el hui (musulmán). Aquí no falta
ningún elemento de la urbe moderna.
Al mismo tiempo, Lhasa también es un centro religioso y una ciudad
histórica/cultural de la región autónoma. Con una existencia de
trece siglos, su nombre significa “lugar sagrado” en tibetano.
Anteriormente, era donde estaba la oficina principal del Dalai
Lama de todas las generaciones, uno de los dos líderes del budismo
tibetano. Lhasa posee un rico patrimonio cultural y muchos sitios
de paisaje y valor histórico, entre ellos el Palacio Potala, los
Monasterios Jokhang, Drepung y Sera y el Parque Norbu Linka.
Para cualquier turista, Lhasa es atractiva por su panorama novedoso
y tentador. Hay florestas de edificios modernos, hoteles de estrellas,
tiendas variadas, restaurantes de cocinas diferentes y automóviles,
taxis y bicicletas circulando por las calles por una parte; y
por la otra, los palacios y monasterios vetustos, representados
por el imponente Palacio Potala, conservan su solemnidad y majestuosidad,
las lámparas de aceite de yak siempre están encendidas en los
monasterios y a éstos acude una continua corriente de romeros,
y en las calles se ven hombres y mujeres trajeados a la tibetana
caminando despacio y girando cilindros de sutras en la mano, lo
cual es un acto religioso tradicional.
Justo es en este ambiente en que vive la gente de Lhasa.
Al entrar en la casa de Qamba Losang, descubrí televisor, lavadora
de ropa y otros electrodomésticos. No obstante, las alfombras,
los muebles y los objetos de decoración son de estilo tibetano.
Su joven esposa me ofreció una taza de té con aceite de yak, de
sabor tan ortodoxo quizá como la que preparaba su abuela décadas
atrás. Pero la trituradora eléctrica ha reemplazado al trabajo
manual para pulverizar los “ladrillos de té”.
En la calle Barkor está la tienda de pinturas Ximalaya, de cuyas
paredes cuelgan obras de plantas y anécdotas religiosas, de estilo
tibetano y colores brillantes. El dueño Renzin Gyibo, sentado
de piernas cruzadas en la alfombra, alzó los ojos de un libro
de estudio de inglés para saludar sonriendo a los clientes que
entraban.
En la celda sencilla y limpia del monje Nyima Cering, del Monasterio
Jokhang, había una computadora en la mesa, pues subir a la Red
se había convertido en su modo de consultar materiales importantes.
Su álbum contenía muchas fotografías de nivel profesional, de
vistas del Monasterio Jokhang, escenas de peregrinos y ceremonias
religiosas. Cuando sirve de guía, su inglés fluido y explicación
sencillo pero profundo del budismo sorprende a los turistas extranjeros.
Nyima Cering es vicepresidente del Comité de Administración del
Monasterio Jokhang, y a la vez es miembro del Comité Nacional
de la Federación de la Juventud de China, diputado a la Asamblea
Popular del Tíbet, miembro permanente del Consejo de la filial
de la Asociación de Budismo de China, vicepresidente de la Federación
de la Juventud del Tíbet, miembro de la Asociación de Fotografía
Folclórica de China, miembro del Comité Permanente de la Asamblea
Popular de Lhasa y vicepresidente y subsecretario general de la
Asociación de Budismo de Lhasa.
Nyingchi
El vehículo rodaba por un camino bajo la llovizna hacia el poblado
Primero de Agosto, donde queda la administración de la prefectura
de Nyingchi. No bien escampó, avistamos un arco iris en la campiña
distante como del mundo de las hadas.
Nyingchi, situado en el este del Tíbet, es una “esmeralda” de la
región. A un promedio de 3.000 metros sobre el nivel del mar y dotado
de un clima húmedo y una cobertura vegetal tupida, es un banco de
oxígeno natural. En muchos valles, el paisaje es excepcional y cambia
en sentido vertical a medida que desciende el nivel sobre el mar.
Gracias a sus nevados, bosques, praderas, lagos y ríos hay más de
100 lugares de interés turístico.
El Baxum, no lejos de Nyingchi, es un lago sagrado de los tibetanos.
Visto en la distancia, parece una luna creciente incrustada en el
valle atenazado de montañas. Ahora que era otoño entrado, el cielo
aparecía tan azul cual si fuese lavado y las hojas de los arces
en las márgenes del lago se parecían a llamas de fuego. Sobrevolaban
el lago gaviotas y garzas blancas. Las aguas diáfanas tienen reflejados
los nevados cercanos. En el centro del lago está un islote, donde
se yergue el Monasterio Cozong Gongba, de la secta Nyingma (Roja)
y construido durante la dinastía Tang (618-907). A este monasterio
acuden romeros todo el año.
Por el tiempo apretado no alcancé a ir al cañón del río Yarlung
Zangbo. Los lugareños me dijeron que valía la pena ir porque el
paisaje es insólito y allí viven las etnias lhoba y moinba y el
grupo deng, cuyas costumbres son exóticas.
Muchas personas que viajan al Tíbet prefieren hace primera escala
en Nyingchi, debido no sólo a que aquí hay muchos sitios de interés
sino también a que el área está a un nivel sobre el mar relativamente
bajo. Así podrán adaptarse al ambiente de la meseta para ir después
a lugares más elevados. Hasta el momento todavía no hay aeropuerto
en Nyingchi, y uno debería arribar por carretera. Pero dentro de
tres años se terminará de construir el Aeropuerto de Nyingchi, a
40 km del poblado Primero de Agosto, y será el tercer aeropuerto
civil del Tíbet después del Gonggar en Lhasa y el Bamda en Qambdo.
Antes de mi viaje al Tíbet, un amigo que había estado en la región
varias veces comentó que es un lugar que uno nunca se cansa de visitar.
Dijo así: “Cada vez que uno está allí, descubre paisajes nuevos
y refresca su comprensión. Y al finalizar el viaje, ya está listo
para volver”.
Sé por mi experiencia que él está en lo cierto.
Xigaze
Cuando se entra en la hacienda Pharlha localizada en el distrito
de Gyangze, se accede a dos mundos de la vida del viejo Tíbet:
uno de los aristócratas y el otro de los siervos.
Esta hacienda, de un antiguo propietario de siervos, es la mejor
preservada de las de su clase en la región y constituye una miniatura
del Tíbet de los viejos tiempos. Aquí hay 57 viviendas, de las
cuales la principal consta de tres pisos. En el sector donde vivían
el dueño y su familia, hay una sala de oración, una sala de recepción,
alcobas y un salón de juego de mahjong, que es tan lujoso que
tiene las vigas y columnas pintadas y esculpidas. Pero las trece
habitaciones de siervos en estado original son chatas, angostas
y sombrías tal como celdas de presos. En la hacienda se conservan
una cárcel, látigos y grillos de pies de los viejos días, que
intimidan al visitante.
Hace cerca de 50 años, cuando se realizó la reforma democrática,
la hacienda Pharlha tenía 22 fincas, seis pastizales, 508 hectáreas
de tierra de cultivo, 14.250 cabezas de ganado y 2.440 siervos
y esclavos.
Hoy en día, los siervos niños emancipados ya son hombres viejos.
Al recordar su infancia, un residente local aún temblaba de miedo.
Prefería hablar de cómo vive en la actualidad. Este último verano
su familia vendió las verduras de la huerta a buen precio, y ahora
tenía a la vista una rica cosecha de cereales del otoño.
La prefectura de Xigaze es una importante zona agrícola. En años
recientes, los distritos han desarrollado bases de cultivos especiales.
Las verduras y cereales de Xigaze gozan de prestigio en el Tíbet.
Cuando yo estaba en el distrito de Gyangze, se estaba cosechando
la cebada, y en las campiñas doradas estaban atareándose los campesinos,
lo cual era un verdadero cuadro de existencia idílica.
Subiendo la montaña Zongshan en Gyangze, me embargó otro sentimiento.
Este lugar debe su fama a la resistencia a la invasión británica
en salvaguarda de la patria. Durante la dinastía Qing (1644-1911),
Gyangze era un zong (distrito). Las tropas británicas invadieron
el Tíbet en 1903, y en abril del año siguiente ocuparon Gyangze.
Los soldados y civiles chinos, echando mano a alfanjes, picas
y piedras y apostados en el castillo de la montaña Zongshan, sede
del gobierno distrital, se batieron con intrepidez con la expedición
británica armada con fusiles y cañones durante dos meses enteros,
y al acabar las provisiones los últimos héroes se sacrificaron
por la patria arrojándose por los precipicios. Hoy día, todavía
son frescas las aberturas e impactos en los parapetos de tierra
causados por las andanadas de fuego de los invasores.
La ciudad de Xigaze es la sede de la administración de la prefectura
homónima y es la segunda urbe más grande del Tíbet. Antaño, aquí
estaba la oficina general del Panchen Erdeni de todas las épocas,
uno de los dos líderes del budismo tibetano. Xigaze abunda en
patrimonio religioso y cultural, del cual destaca el Monasterio
Tashilhungpo. Cuando yo cubría una entrevista en su recinto, se
dio la coincidencia con la Fiesta del Salto del Dios y con la
presencia del Panchen XI. La ceremonia resultó solemne y misteriosa.
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