Hace poco, visitaron China unos especialistas del sector del turismo internacional . Entre los tres lugares de mayor atracción, junto a la Gran Muralla y la Ciudad Prohibida, señalaron una pequeña calle comercial, conocida en todo el mundo como la Calle de Seda. Su longitud no pasa de los 100 metros, pero figura en las guías de turismo editadas en el extranjero. Por eso, no es raro que muchos turistas extranjeros que vienen a China, incluyan en su itinerario de visitas esta calle. La Calle de seda, cuyo nombre real se llama Xiushui, es un abigarrado mercado callejero en el que se concentran más de 300 puestos de ropa, pegados uno junto al otro, y alineados a uno y otro lado de la calle. La calle de Seda se halla cerca de una de las zonas de las embajadas y hace veinte años, no era más que una callejuela sin mayores atractivos que unos puestos de vendedores ambulantes que iban allí a vender confecciones en seda y en cuero a clientes que venían, sobre todo, de los países de Europa Oriental y de la Ex Unión Soviética. Llegaban a Beijing como turistas, pero al ver la ventaja de los precios de la ropa confeccionada en seda se fueron convirtiendo en comerciantes. La calle empezó a prosperar y a cambiar de fisonomía. Los puestos se convirtieron en sólidas instalaciones que ofrecían otras mercancías como zapatos, blosas, relojes, bufandas y ropa, no sólo de seda sino también de otros materiales chinos como la cachemira, por ejemplo. La calle prosperaba y sus clientes se sumaban. Hoy, los vendedores son capaces de atender a ellos hablando un inglés más o menos fluido. Los precios son razonables y muchos turistas los encuentran bajos; Sin embargo, los comerciantes de la Calle de Seda están llanos al entrar en el alegre juego del regateo y ofrecer mercancías a precios que son una verdadera ganga.
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