La tecnología china en esta disciplina artística tiene casi 2.500 años de antigüedad y llegó a la provincia de Gansu a través de Asia Central procedente de las cuencas de los ríos Éufrates y Tigris. En el pasado los artículos de vidrio eran de uso exclusivo de la corte imperial y rara vez los poseían personas que no pertenecían a la alta nobleza.
En China el trabajo del vidrio es considerado el primero de los cinco géneros de producción de objetos preciosos (objetos de oro y plata, jades y esmeraldas, vidrio, cerámica y porcelana, y bronce arcaico), así como uno de los siete tesoros de origen budistas. Las técnicas más sofisticadas de la tecnología del vidrio se perdieron durante la dinastía Ming (1368-1644). En esa época las piezas de vidrio ya no eran muy translúcidas, y de ahí deriva el origen del otro nombre por el que eran conocidas: “jade para medicinas”. A modo de ejemplo, los adornos para la ropa que el monarca regalaba al funcionario que obtenía las más altas calificaciones en los exámenes para acceder a palacio, estaban hechas de este material.
Hoy en día, la tecnología de esta disciplina, recuperada tras la dinastía Qing (1644-1911), se divide principalmente en tres tipologías:
Vidrio arcaico. Para su cocción se mezcla roca de cristal con una substancia especial llamada "madre del vidrio". La "roca de cristal" es un cristal de color, mientras que el segundo componente es un material natural fundido cuya composición se conoce desde antiguo y que puede modificar la estructura y las propiedades físicas del cristal, mejorando notablemente su forma, tono y transparencia. Esta tipología es reconocida como la más auténtica y tradicional de las técnicas.
Vidrio de Taiwán. Se trata de una adaptación de las técnicas occidentales. Su origen se remonta en el Egipto antiguo y guarda unas notables diferencias con las técnicas chinas tradicionales. Algunos expertos denominan esta tipología como “vidriado occidental” debido a su apariencia similar al vidrio occidental.
Vidrio al agua. Esta tipología se caracteriza por el peso liviano y por la ausencia del sonido metálico o pétreo propio del vidrio clásico. Se trata de una técnica de menor calidad, por ello, las piezas no tienen valor como piezas de coleccionista porque con el tiempo cambian de color y adquieren matices turbios. Actualmente es común encontrar piezas de imitación elaboradas con esta técnica.
Para el vidrio, el color es uno de los elementos más esenciales, puesto que la percepción visual es más importante que el aspecto físico. El color del vidrio proviene de la substancia natural del cual está hecho y nunca cambia a pesar del paso del tiempo. Tras el horneado, el color del vidrio adquiere tonos de gran hermosura y transmite la sensación de estar en movimiento. Ninguna piedra preciosa del mundo posee tanta riqueza cromática. La fusión y transición de los colores da rienda suelta a la imaginación del espectador, mientras que la suavidad y ternura de los tonos aumentan la calidad del color.
La transparencia del vidrio no tiene porqué ser pura o brillante, se considera que el vidrio debe tener una cierta heterogeneidad en la textura para mejorar así los efectos de las luces y las sombras. Las diferencias en el grosor se consideran especialmente importantes ya que éstas y la refracción de la luz en ángulos distintos generan gamas cromáticas muy ricas y efectos visuales tridimensionales espectaculares.
Se dice que no hay dos obras absolutamente iguales creadas según las técnicas vidrio arcaico. Así pues, se habla de la “obra de la Providencia” para destacar la singularidad del objeto producido. El espectador hallará efectos diferentes si observa detenidamente el flujo de los colores de dos objetos de vidrio.
(03/06/2005, CIIC)