La danza con siringas de la etnia dong en Guangxi
 

Esta etnia, que habita principalmente en las provincias de Guizhou y Hunan y
la región autónoma de Guangxi, habla dong, de la familia de las lenguas han y tibetana. Sus antepasados eran xi’ous, descendientes de los luoyues, una de las ramas de los baiyues. Del siglo VI al siglo XIII se llamaba también “dong”, pero con otras connotaciones, y sólo después adquirió el nombre homónimo actual.

Los dongs del distrito de Sanjiang de la prefectura de Liuzhou, Guangxi, acostumbran celebrar actividades de recreo grandes y variadas cada 3 del tercer mes del calendario lunar.

Desde la antigüedad, los dongs, viejos y niños, son hábiles en cantar y bailar y tienen el hábito de cantar en preguntas y respuestas y danzar para buscar novios. Entonan “cantos” de monofonía y “cantatas” de polifonía, así como “cantos del cierre del camino” para recibir a los invitados, “cantos de bodas” para el casamiento y “cantos con pipas (laúdes locales)”, éstos últimos sólo de los jóvenes. Y para nuestra sorpresa hasta riñen cantando también. Cuando los dongs cantan y bailan, la música de la siringa es imprescindible, de ahí que el canto, la danza y este instrumento formen
parte indefectible de su vida cotidiana. Entre las danzas con siringas, de formas y contenidos variados, hay danzas para el conocimiento entre muchachos y muchachas y danzas difíciles y competitivas para los tocadores de siringa.

Anteriormente, la danza con siringas, el canto en dúo y la congregación de la aldea se efectuaban necesariamente delante de un lugar fijo, o sea, la torre del tambor. Todas las aldeas dongs en Guangxi y Guizhou tienen torres del tambor, altas, clásicas, de estructura de madera y con aspectos diferentes. Se parecen a pagodas búdicas, anchas en la base y reducidas en la parte superior. Constando de tres a 15 pisos, lucen aleros de cuatro, seis u ocho lados y se alzan en lo más alto del terreno de las aldeas. La torre del tambor de la aldea Mapang en el distrito de Sanjiang, fue levantada en los años 1920. Aunque es de un solo piso, goza de fama cerca y lejos por su aspecto cuadrado a guisa de salón monásticos y por sus aleros de nueve niveles. Este salón, que tiene cuatro columnas de dos brazadas de redondo y murales tradicionales en los tabiques de madera, constituye el orgullo de la arquitectura clásica de los dongs. La torre del tambor es el sitio de actividad pública y el centro de reuniones de la aldea. Cuando surge emergencia, el jefe, hombre respetado, toca el tambor colgado de la viga de la torre para llamar a los paisanos. Se lo toca también cuando viene un huésped distinguido, a fin de que la gente se reúna en su honor. El salón, cuyo suelo está cubierto de lajas, dispone de una lumbre en el centro, con bancos alrededor. Es aquí donde los aldeanos platican, hacen faenas, cantan, bailan, tocan siringas y actúan en
espectáculos.

La danza con siringas, popular de tradición, es apasionante y alegre. Se originó de las ceremonias realizadas antes de la siembra y después de la cosecha en homenaje a los dioses y los ancestros. A través de la evolución, hoy es una danza de la gente joven para divertirse y buscar novios. Llamada caitang o cailusheng, se practica en las fiestas o en la época ociosa de las tareas del campo.

Cuando es una fiesta, los célibes de ambos sexos nunca dejan pasar el caitang, porque anhelan encontrar su amor en él. Las chicas visten la ropa azul de etiqueta brillante y llevan puestas alhajas de plata en la cabeza, las orejas, el cuello y los brazos para atraer sin voz a los pretendientes y demostrar la riqueza de sus padres. En el pasado, cuando una familia tenía dos hijas púberas pero sin muchas joyas, entonces sólo la mayor podía participar en el caitang, lo cual era humillante y ocurría con frecuencia.

El caitang toma la aldea por unidad, y la gente en cada corro se llama yitang (un círculo). A este carnaval acuden muchas aldeas para presentar danzas con siringas propias. Antes de empezar, en el centro de cada corro se clava
una estaca alta y de su tope se cuelga la bandera de la aldea. Luego, en torno de la estaca una banda de cuatro a seis siringas, de varios tubos cada cual, comienza a poner música de bajo. Acto seguido, los jóvenes portadores de siringas menores forman un círculo interior y las chicas arregladas de gala y ataviadas con alhajas de plata un círculo exterior, ambos grupos listos a bailar en el sentido inverso a las manillas del reloj. Los movimientos y el ritmo de la danza cambian conforme a la melodía que toca el cabeza de las siringas. Las chicas giran sin cambiar de lugar y mueven los brazos arriba y abajo y adelante y atrás; los muchachos hacen sonar sus instrumentos, dan pasos en cuclillas, brincan y tiran las piernas. La danza es lírica y fina, mas también viva y elegante. La escena resulta aún más animada cuando los grupos de caitang bailan al mismo tiempo y suena aquí y allá la música. Lo más divertido es que al final del caitang, a veces se juega a tirar con fuerza de una cuerda gruesa con un tambor de madera largo amarrado al punto central de ésta. Los danzantes, que han dejado de bailar y están divididos en dos bandos, halan en uno y el otro extremo hasta a más no poder para ver quiénes salen ganando. Y no se da por terminada la danza antes de que venza uno de los bandos.

Lo que es más, si un joven quiere ganarse admiración, debe tocar muy bien la siringa y bailar a la perfección, además de ser un buen trabajador. Es por ello que ningún muchacho perdona oportunidad alguna que le permita exhibir su aptitud de bailarín. Así, en la danza colectiva con siringas a menudo se ve bailar compitiendo a un solo individuo, grupos de dos o grupos de cuatro, quienes tratan de demostrar su técnica y nivel de música y danza para elevar su status y ganar la aprobación de las chicas.

Aparte de los festejos tradicionales, cuando es el Año Nuevo después de las cosechas, los tocadores de siringa sobresalientes se forman en bandas, y trajeados de gala y conducidos por sus cabezas se dirigen a presentar a otras aldeas. Los dongs son tan hospitalarios que cuando llega una banda, la agasajan con comidas abundantes. Y si en la representación el cabeza de la banda es guapo y gana la admiración de la “bella de la aldea”, los dos se enamoran en seguida y la aldea tendrá el placer de retener a la banda por un par de días.

(CIIC)

 
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