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spanish.china.org.cn | 27. 12. 2013 | Editor: Sandra Niu | [A A A] |
(Por Jan Melissen)
A los europeos y estadounidenses más les vale empezar a acostumbrarse a la idea de vivir en un mundo post Occidental, y con China como el “líder de un mundo liberado del dominio occidental”.
Para 2030, dos tercios del PIB mundial será obtenido por países en desarrollo, con China como el macho alfa de la manada.
A diez años de ahora, y probablemente menos, 50% de la clase media mundial no vivirá ya en el Oeste, sino en el Este.
Un indicador interesante del actual ascenso de la riqueza de Asia y China, tal como se aprecia desde el espacio exterior, es que las emisiones ligeras globales se están desplazando hacia el este, a un abrumador paso de 65 kilómetros por año.
Ahora China necesita el ingrediente faltante: una historia convincente.
El presidente de China, Xi Jinping, tiene buenas razones para preocuparse. ¿Posee su gobierno la habilidad para manejar el estado de esta gran civilización? Tras tres décadas de reformas y apertura bajo condiciones de relativa estabilidad, el crecimiento económico en las próximas décadas está destinado a tener inquietantes efectos sociales secundarios.
El crecimiento alcanzará el objetivo de aliviar los desequilibrios sociales, pero posiblemente creará algunos nuevos durante el proceso.
Occidente puede estar en el lado equivocado de la historia, pero el futuro político de China no será un camino de rosas.
El objetivo de los líderes, de hacer el sueño chino uno compartido por el mundo, es un desafío.
El sueño americano era una idea básica que no acentuaba la noción de la civilización estadounidense, mientras que el sueño chino es un concepto basado en los principios de la cultura única de China. Lo cual no lo hará algo sencillo de vender.
La prueba final del sueño chino en casa yace en el mantenimiento de buenas relaciones entre el gobierno y la sociedad.
China es el primer país en hacerse viejo antes de volverse rico. Tal como ha indicado el académico estadounidense Kenneth Lieberthal, una demografía adversa, un creciente mercado libre, la globalización y la dinámica de la era digital pueden influenciar la relación entre “el río y el barco”, los gobernados y los gobernantes.
La lógica de las recientemente anunciadas reformas y desarrollos sociales involuntarios que vienen de la mano con éstas significan que el Estado va a tener un menor control en la economía.
La rápida y creciente interacción entre la población china y la gente de otros lados afectará el tejido social del país.
El año pasado, 57 millones de personas visitaron China, la mayoría de ellos llegaron en unos 50.000 vuelos internacionales y cientos de miles de estudiantes estuvieron viviendo en el extranjero para obtener títulos de licenciatura allí.
La opinión nacional de China podría estar guiada desde arriba, pero los flujos de comunicación en dos direcciones tienden a ignorar dichos principios.
Existen buenas razones para desearle a los líderes de China el triunfo con su proyecto del sueño, incluso si uno no comparte su definición de éxito.
La razón para hacerlo es obvia.
La inestabilidad social en un país con 1.3 billones de personas sería una pesadilla, y las fuerzas centrífugas en China son una receta para una crisis mundial de grandes proporciones.
Es difícil para los líderes de China comunicar el “rejuvenecimiento” del país al resto del mundo, o para el caso, a la gente en casa. El liderazgo aún no ha producido mucha narración más allá de la línea de que el trabajo duro lleva a una vida y sociedad prósperas.
Una historia mejor que la que actualmente afianza al sueño chino podría capturar la imaginación de la siguiente generación.
El mundo está esperando a que China articule sus pensamientos y sueños de una manera que pueda convertir sus valores, ideas y conceptos en una mercancía intelectual exportable.
Una relación más equilibrada con el mundo en el nivel de las ideas no es imposible y es en realidad, necesaria.
La Oficina de Información del Consejo Estatal de China y su jefe, Cai Mingzhao, un antiguo periodista, conocen muy bien lo que se necesita para influir en la opinión extranjera.
Sería además tonto subestimar la gran capacidad de China para aprender y sacar lecciones de los errores del pasado y aquellos de los países occidentales.
El autor es un investigador experimentado del Instituto de los Países Bajos de Relaciones Internacionales “Clingendael”, profesor de diplomacia en la Universidad de Antwerp y editor fundador de la Revista de Diplomacia de la Haya.
Los artículos de opinión reflejan los puntos de vista de sus autores, no necesariamente los del china.org.