Por Gao Lei
(SPANISH.CHINA.ORG.CN) – “Si los casos de corrupción por más de 500.000 yuanes ($ 79.048) fueran castigados con la pena de muerte, ningún funcionario se atrevería a incurrir en esa falta”, afirmó Zhang Ruitian, secretario del comité del Partido Comunista de China en la ciudad de Heze, de la provincia de Shandong, y diputado a la Asamblea Popular Nacional (ANP).
El comentario tuvo una gran repercusión en Internet, donde muchos internautas le expresaron su respaldo, confirmando que la opinión pública china es partidaria de castigos más severos contra la corrupción. Lo llamativo en esta oportunidad es que un funcionario lo haya sugerido abiertamente. Algunos internautas incluso sugirieron un umbral monetario aún más bajo para sancionar a los funcionarios corruptos con la pena capital.
La corrupción ha sido una importante fuente de indignación pública en China y uno de los factores que podrían poner en peligro la estabilidad del país, como el descontento por la injusticia social y la brecha creciente entre ricos y pobres.
A pesar de los diversos esfuerzos para contener el problema, la situación sigue siendo preocupante. Probablemente por ello la propuesta de Zhao fue el tema más discutido del día en la reciente sesión de la APN en la que la planteó.
La población, cada vez más impaciente por el lento progreso de la lucha del Estado contra la corrupción, quiere ver una solución rápida, aun a costa de un enfoque dramático.
La gravedad de la corrupción no puede enfatizarse lo suficiente. Pero ¿puede un castigo cruel ser una manera eficaz de disuadir a los posibles infractores? La historia no parece demostrarlo. Zhu Yuanzhang, emperador que fundó la dinastía Ming (1368-1644), se ganó una reputación controvertida por torturar y matar a los funcionarios culpables de haber aceptado sobornos, aun si se trataba de cantidades pequeñas. Sin embargo, quedó desconcertado por el fracaso de su estrategia para acabar con la corrupción oficial.
Los castigos extremos pueden reprimir temporalmente delitos graves como la corrupción, pero no acabarán con este mal. La naturaleza violenta de la pena tendrá al final un efecto negativo en una sociedad civilizada.
Como hemos podido comprobar a lo largo de la historia, la opinión pública muestra una gran preocupación por los castigos severos que se proponen cuando sale a la luz un caso destacado. Este sentimiento a menudo abruma rápidamente el proceso de pensamiento racional para analizar esos casos en detalles. Aún peor, este tipo de agitación colectiva influye a menudo en la sentencia final del tribunal.
El problema de la corrupción de China, aunque es complicado, se debe a la falta de supervisión de un mecanismo efectivo y un procedimiento de ejecución funcional. Los funcionarios a nivel de base no están plenamente comprometidos con las reformas que pueden ayudar a contener el problema. El sentimiento motivado por la insatisfacción con la corrupción solo atrapa a la opinión pública en este debate, pero nada más.