Por Rocío Huang
Para las autoridades chinas, el Premio Nobel es como un racimo de uvas venenosas: les fascina y al mismo tiempo les causa nerviosismo y temor. Por un lado, ganar el Premio Nobel es símbolo de reconocimiento mundial en los más importantes aspectos, tales como las disciplinas de Ciencia, la Literatura, la Política y la Economía. Por el otro lado, en los últimos años, cada vez que el Premio Nobel ha bombardeado a China con el Dalai Lama, Gao Xingjian o Liu Xiaobo, ha provocado guerras en la opinión pública y apretado donde más les duele a las autoridades chinas.
Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de Literatura más reciente, realizó su segunda visita a China entre el 12 y el 20 de junio; fue también la primera visita oficial y la primera después de su ‘coronación’. Entre las miradas curiosas, Llosa hizo estancia sucesivamente en Shanghái y Pekín, las dos mayores ciudades del gran país comunista, donde ha reavivado de nuevo las aspiraciones chinas por el Premio Nobel.
A diferencia de la visita personal de hace 15 años, esta vez Llosa fue recibido ceremoniosamente. Pronunció discursos ante audiencias de miles de admiradores, algunos de los cuales le persiguen con cierta nostalgia porque Llosa fue uno de los escritores cuyos libros fueron introducidos en China en los años 70 y 80, cuando se inició el proceso de Reforma y Apertura, y dejaron huellas en algunos escritores chinos de esa generación; algunos eran jóvenes, en su mayoría estudiantes universitarios de literatura o de lenguas extranjeras, que le admiran por la reputación del Premio Nobel, y realmente no conocían mucho del escritor ni de su obra, ni de su vida antes de la concesión del Premio; pero también había algunos verdaderos admiradores, que acudieron desde muy lejos sólo para verle y escucharle, o pedirle un autógrafo.
En su segunda parada, Llosa se encontró con algunos escritores y traductores chinos, entre los cuales destacaban Mo Yan (autor de ‘Sorgo rojo’ y ‘Grandes pechos, amplias caderas’), Zhang Kangkang (famosa ensayista y novelista), Yan Lianke (‘Servir al Pueblo’), Liu Zhenyun (‘El móvil’) y Zhao Deming (el primer y el principal traductor de las obras de Llosa al chino). Son representantes de los escritores de los años 50, quienes fueron despertados de repente por las corrientes literarias extranjeras cuando tenían apenas 30 años (el proceso de Reforma y Apertura se inició en 1978), e inspirados por los grandes autores franceses, estadounidenses y sobre todo latinoamericanos, por el ‘Boom’ literario en América Latina.