Por Manuel Pavón Belizón
Tras seis meses de andadura, la Expo de Shanghai concluyó ayer en la ciudad china con una ceremonia y la firma de una declaración conjunta entre los países e instituciones participantes en el evento.
La de Shanghai será recordada como la Expo de los récords, sobre todo de visitantes. Más de 73 millones de personas han accedido al recinto desde su inauguración en Mayo, superando así el anterior récord que ostentaba la Expo de la ciudad japonesa de Osaka con más de 60 millones de visitantes.
A pesar de algunas deficiencias durante el evento, como la saturación en el recinto y las largas colas de espera para acceder a algunos pabellones, la Expo 2010 pasará a la historia como un éxito.
En su clausura la Expo 2010 de Shanghai ha dejado en el aire la sensación de que un evento de esta magnitud será “irrepetible”, tanto en proporciones como en resultado. Sólo en China -un país ansioso por causar el mayor impacto posible a nivel mundial y que no tiene miedo a invertir lo que haga falta con tal de lograr un efecto impresionante, como ya demostró durante los Juegos Olímpicos pekineses- podría haberse logrado este hito.
En un momento como el presente, cuando el desarrollo de las telecomunicaciones y la expansión de internet están haciendo mucho más fácil el acceso a la información, un evento del cariz de una Exposición Universal cuenta cada vez con menos sentido.
No obstante, habrá que esperar a la próxima edición para comprobar si la Exposición Universal de Shanghai ha servido como revulsivo, insuflando nueva vida y sentido a este evento decimonónico que ya empezaba a oler a naftalina para reimpulsarlo en pleno siglo XXI o, por el contrario, ha sido un espectacular canto de cisne que marca, de una forma expléndida y brillante, el principio del final de uno de los eventos culturales más destacados de la historia reciente de la Humanidad.
Sea como sea, China ha estado con creces a la altura de las circunstancias.