Sin embargo, su padre, Yao Yongzhong, de 55 años, parece muy nervioso al contemplar los movimientos de su hija. “Cuanto más obsesiva se pone con el ballet, más nervioso me siento”, confiesa el hombre.
Viviendo con subsidio básico de vida por valor de 1.000 yuanes (151 dólares) al mes, la familia no tiene más alternativa que hacinarse en una casa humilde de sólo 20 metros cuadrados y apenas puede afrontar los gastos del aprendizaje del ballet de Yao Qifeng. Sin embargo, esto no ha hecho que la chica abandone su sueño de llegar a ser bailarina.
Yao quedó fascinada por el ballet hace tres años, y desde entonces le obsesiona ver las clases de este arte a través de la ventana de un centro de danza. Aún así, ella nunca pidió a sus padres que pagaran la matrícula, que asciende a 500 yuanes.
“Sentí mucha envidia cuando vi a los jóvenes bailando, con la ropa propia del ballet, y siendo adiestrados por maestros profesionales. Más aún, un pianista acompañaba sus movimientos”, recordó la niña.
Yao Qifeng estudia en su casa en Chengdú, capital de la provincia de Sichuan, en el suroeste de China.[Fotografiada el día 13 de octubre de 2010 por el periódico local Metropolitan Huaxi] |