Los Antílopes Tibetanos se
distribuyen principalmente en la altiplanicie Qinghai-Tíbet, en
calidad de animal típico y representativo de la fauna de esta
altiplanicie. Como resultado del largo proceso de evolución o
desarrollo, esta clase animal había vivido una existencia estable,
y registrado un número elevado de cabezas. A finales de la década
de los 80, empero, esta especie animal sufrió la caza masiva sin
precedentes en la historia, y se redujo drásticamente en
número.
a) La distribución geográfica de los
antílopes y sus hábitos ecológicos.
Los Antílopes Tibetanos viven
principalmente en Qinghai, Xinjiang, Tíbet y Sichuan, a una altitud
de 3.700-5.500 metros sobre el mar. Se trata de una altiplanicie
con terrenos baldíos, cubiertos solo por plantas de meseta. Además
se encuentra a una temperatura baja, con algunos lugares nevados
durante más de medio año. Fue bajo circunstancias tan crudas que
los antílopes llegaron a forjar su costumbre de recorrer largas
trayectorias en colectividad, resistiendo el riguroso frío y la
escasez de alimentos, y, lo que es más, con una lana tan bella que
abrigaba sus cuerpos. La temporada de verano es el período en que
el animal muda de lana, y lamentablemente todavía no hay manera de
recolectar los pelos caídos por la ley natural.
b) Los recursos propios de la gamuza
están sufriendo graves deterioros.
Pese a la muy escasa población y a
las malas condiciones climáticas, en los últimos casi 10 años, los
cazadores armados irrumpieron sucesivamente en las zonas de
permanencia del animal o interceptaron el paso de los animales en
su expedición cometiendo masacres. Según datos y cifras promulgados
por algunos departamentos pertinentes, y análisis sobre los lugares
de los sucesos, los antílopes víctimas de la masacre por los
cazadores contrabandistas han llegado a un número de 20.000 de
promedio anual. Además de ello, las graves perturbaciones de los
cazadores han ido desquiciando la ley que regía las actividades del
animal e impactando a la procreación del mismo.
Como una de las serias consecuencias
de la caza, el número de los antílopes disminuye precipitadamente.
Encuestas hechas desde fines de la década de los 80 hasta inicios
de la de los 90 demuestran que en el invierno de 1986, la densidad
de distribución de la gamuza en el sudoeste de Qinghai era de 0,2 a
0,3 cabezas por kilómetro cuadrado; en 1991, la densidad en el este
de la reserva natural de Qiangtang era de 0.2 cabezas por kilómetro
cuadrado (como muestra de ello, aún se podía ver en aquel entonces
una bandada de más de 2.000 antílopes), y en 1994, en la región de
la montaña Kunlun de Xinjiang, existían unas 43.700 antílopes.
Según cálculos de un especialista experimentado, en 1995, el número
de los antílopes había descendido a un número comprendido entre las
50.000 y las 75.000, y aún con una tendencia a la baja. En los
últimos años, en las zonas en las que originalmente se concentraban
los antílopes, ahora sólo aparecen algunas dispersas, y nunca se
logra ver un rebaño que sume 2.000 antílopes. Esta especie animal
de origen remoto ya viene acercándose al peligro de extinción.
c) China ha hecho grandes esfuerzos
para la protección de la gamuza.
La gamuza tibetana, como animal
representante típico de la fauna de la altiplanicie Qinghai-Tíbet
así como importante elemento componente del medio natural-ecológico
de la altiplanicie, tiene un incalculable valor científico.
El gobierno chino tiene en mucha
estima la protección del animal. En 1981, China se incorporó a la
Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas
de Fauna y Flora Silvestres. En vista de la inclusión de la gamuza
tibetana en la lista en el documento apéndice No.1 de la
Convención, el gobierno chino prohibe estrictamente todo acto
encaminado a explotar el animal con el fin de negociar con el mismo
o con los productos derivados. En 1988, tras la promulgación de la
ley de protección de los animales silvestres de la República
Popular China, el Consejo de Estado de China ratificó en seguida la
publicación de la lista de los animales silvestres dignos de una
protección más intensa por parte del Estado, catalogando la gamuza
tibetana en la primera categoría, considerando que debía estar
absolutamente a salvo de todo acto de los cazadores ilegales. El
gobierno aún planeó establecer la reserva natural estatal de Hoh
Xil de Qinghai, la de la montaña Altun de Xinjiang y la de
Qiangtang de Tíbet. Instituyó, además, órganos especializados para
la protección y administración al respecto, y conformó contingentes
de fuerzas para la aplicación de la justicia, encargados de
realizar periódicamente la patrulla, inspección y vigilancia del
territorio para la salvaguardia de los antílopes.
Según datos incompletos, desde 1990,
los órganos de seguridad forestal lograron interceptar más de 100
casos de cacería contrabandista, capturando más de 17.000 pieles,
1.100 kilogramos de lana, 300 rifles y escopetas, 150.000 peines de
balas, 150 coches de diversos tipos, y cerca de 300 individuos
sospechosos, de los cuales 3 cayeron muertos mientras resistían a
las fuerzas del orden.
d) La protección de los antílopes
todavía se enfrenta a múltiples dificultades: el quid radica en los
latentes beneficios que se extraen del comercio del animal y de los
productos derivados.
Es de lamentar que parte de las
regiones del país aún no alcanzan a combatir ni frenar la
compraventa de la lana de la gamuza, lo que constituye la razón
fundamental de las frenéticas cazas. Este factor aún podría
analizarse más detalladamente.
En primer lugar, el propósito
primordial que persiguen los cazadores es la lana, según ha sido
confesado por todos los cazadores furtivos. Por otro lado, como el
cuerpo de la gamuza padece seriamente parásitos, no existe la
posibilidad de explotar o utilizar la carne, piel, huesos o cuernos
del animal, pues no tienen demanda en el mercado interior, sino que
son considerados inútiles y hasta abandonados en el mismo sitio de
los asesinatos cometidos por los cazadores. Todo lo de arriba
demuestra que la lana de la gamuza es la meta de los cazadores.
Lo que es más, como el negocio de la
lana acarrea grandes lucros, parte de los cazadores ilegales
incluso la ocultan en el edredón, en el abrigo o hasta el barril de
gasolina o rincones del coche, para engañar a las aduanas de
Zhangmu y Pulan en Tíbet, mientras que otros malhechores de este
tipo la llevan hasta lugares fronterizos para hacer el negocio en
secreto. En el exterior, la lana de gamuza puede subir a un precio
que oscila entre 1.000 y 2.000 dólares por kilogramo, y un mantón
de lana que pesa 300-400 gramos puede costar de 5.000 a 30.000
dólares. El rédito tan enorme excita el apetito de los cazadores, e
incluso les proporciona condiciones para armarse y equiparse lo
suficientemente para cometer la masacre de los antílopes, lo que
dificulta en gran medida la lucha contra la cacería criminal.
Por último, en China nunca se ha
fomentado costumbre alguna de aprovechar o explotar la lana de la
gamuza ni de guardarla por necesidad doméstica; lo que nos
cuestiona es que todos los negocios con la lana se hacen en el
exterior y a cambio de monedas, fondos o materiales necesarios. De
conformidad con el análisis y síntesis en base a hechos reales,
diversos órganos y personalidades en el exterior y atentos a la
protección de los antílopes llegan a una conclusión igual a la
nuestra: precisamente a causa de las actividades existentes por el
negocio lucrativo con la lana en algunos países o regiones, la
cacería furtiva se intensifica cada vez más hasta amenazar la
existencia de la gamuza.
e) Es imperativo efectuar una acción
conjunta y buscar la comprensión de los sectores sociales en plano
internacional para llevar a cabo la lucha por salvaguardar a la
gamuza. La opinión pública ya considera que el comercio en plano
internacional con los animales silvestres sin control ni coto
perjudicará grave e inevitablemente al desarrollo natural de la
fauna y la flora en cuestión, y además amenazará la existencia de
algunas especies de seres vivos. Para la protección de ciertas
especies y el control sobre los negocios con animales y plantas
silvestres, no son ni mucho menos suficientes los esfuerzos de un
solo país.
En la actualidad, mientras que
grupos y más grupos de antílopes caen gimiendo bajo la escopeta de
caza, los cazadores ilícitos, los elaboradores y los comerciantes
de lana, se lucran a expensas del cuerpo y de la sangre del animal.
Ciertos consumidores, en persecución de la moda, se vuelven tan
apáticos que no ven lo cruel de la matanza de los antílopes, lo que
no sólo implica resistencia contra las leyes relacionadas a la
protección natural, sino también menosprecio de la Convención sobre
el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora
Silvestres, y un pisoteo de la buena voluntad de la humanidad por
la protección de los animales y las plantas de índole
silvestre.
(CIIC)