spanish.china.org.cn | 19. 11. 2024 | Editor:Eva Yu | [A A A] |
Las esculturas del Siglo de Oro sacan los colores a la pintura en el Museo del Prado
"Cada figura, por perfecta que sea la escultura, es un cadáver. Quien le da vida, y alma, y espíritu, es el pincel que representa los efectos del alma". Gregorio de Argaiz, benedictino, 1677.
El Museo del Prado en Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro reivindica el color y la policromía en un ambicioso montaje en la que las figuras dialogan con los cuadros. El recorrido arranca con una hermosa Venus romana y unos frescos de Pompeya, préstamo del Museo de Nápoles, que recuerdan al visitante que las esculturas clásicas también lucían plenas de color.
Una extensa exposición con casi un centenar de piezas (41 esculturas, 35 pinturas y 22 dibujos, grabados y estampas) en la que brilla una monumental escultura de Ceres, del siglo I d.C y 800 kilos de peso, que por primera vez deja el Museo de los Uficci, cuya piel es de mármol de Paros y la túnica oscura de basanita. Una representación que comparte espacio y gama cromática, en blanco y negro, con una espectacular Virgen de la Soledad, que normalmente está en el Real Sitio de San Ildefonso.
El comisario, Manuel Arias, ha detallado que las camareras de la virgen vistieron la imagen in situ, con su manto negro de terciopelo, y se inspiraron en el cuadro que aparece a su espalda, La Virgen de la Soledad de Sebastián Herrera de 1665.
Pintura narrativa
En una entrevista con RTVE.es, Arias indica que es muy interesante el juego entre pintura y escultura, que puede apreciarse en las dos representaciones de la Virgen de Valvanera. El cuadro es muy llamativo, porque el vestido es rojo, mientras que el manto es azul, el color tradicional asociado a María. El lienzo, anónimo, del primer tercio del XVIII, "narra cosas que la escultura sola no contaba" como la aparición de la patrona de la Rioja "en un roble, cuenta un poco más la historia. Tenemos esos elementos que acompañan al relato".
Por otro lado, la escultura, préstamo de la Catedral de Astorga, "reproduce exactamente la iconografía". Añade que "las esculturas, a veces se animaban, cobraban vida y eso las hacía más creíbles, más verosímiles. El niño de La Virgen de Valvanera tiene ese giro tan forzado en el cuello porque se había movido para no ver un sacrilegio que se había producido dentro del templo". En concreto, una pareja, deseosa de tener descendencia, había consumado en la iglesia el acto carnal.
En la misma sala, Arias señala una tela en la que "el Cristo se inclina delante de un monje. Es una imagen que Jesús se dobla para hacerle la reverencia al cartujo. Eso era mucho más creíble con una figura tridimensional que no con una pintura. Y ese es el éxito de la escultura en madera policromada".
En las esculturas de madera policromada, la estrecha colaboración entre tallistas y pintores nos habla del elevado valor del color, que lejos de ser un mero acabado, era una parte esencial de la pieza sin la cual no se daba por concluida.
Así la pintura como la escultura, dándose las manos, componen un prodigioso espectáculo". Antonio Palomino.
Las piezas son muy variadas. "Hay de todo. Hemos traído esculturas que estaban en retablos, otras que procesionan y esculturas que estaban en oratorio. Hay toda una tipología variada de modelos", describe el comisario.
Cinco adquisiciones
En Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro, el Museo del Prado muestra por primera vez cinco esculturas de madera policromada de reciente adquisición. Se trata del buen y mal ladrón de Alonso Berruguete, San Juan Bautista de Juan de Mesa y dos figuras pertenecientes a un descendimiento castellano bajomedieval: José de Arimatea y Nicodemo.
Arias explica que "las esculturas más antiguas son las de José de Arimatea y Nicodemo", de finales del siglo XIII, pertenecientes a un Descendimiento castellano bajomedieval, del que no habría llegado la figura de Cristo. Los dos personajes que, desclavaron y enterraron a Jesús, consolidan su imagen en la iconografía cristiana con gran fortuna desde el mundo medieval. Ambas figuras, visten, sobre la saya o aljuba, una prenda que se empleaba en torno al año 1200, llamada pellote, con una decoración de motivos heráldicos.
El espacio en el que se exhiben José de Arimatea y Nicodemo sirven para recordar "la escenografía del teatro, los orígenes, esa representación tan teatral del Descendimiento que no salía en procesión, estaba pensada para mostrarse dentro del templo, pero que hablaba de esa gestualidad". En la reconstrucción de la escena, falta la figura de Cristo, "José de Arimatea está cogiéndolo y Nicodemo está desclavando el otro brazo".
Un audaz desnudo
Ejemplos elocuentes de la policromía en madera son el Buen ladrón, Dimas, y el Mal ladrón, Gestas, de Alonso Berruguete. Estas dos esculturas, pertenecientes a un Calvario, son obras de una gran singularidad. La disposición de ambas, una frontal y otra de espaldas, con una desnudez audaz y en unas posturas poco convencionales, muestran su rareza. El hecho de tratarse de obras de pequeño formato con una tipología de oratorio, del que apenas se han conservado ejemplos de Berruguete, las hace aún más excepcionales.
Juan de Mesa representa a San Juan Bautista en pie, sosteniendo el libro sagrado sobre el que se dispone el cordero, en su mano izquierda, mientras que el brazo derecho se alza hacia el espectador. El personaje viste una túnica de piel de camello y un manto rojo, estofado sobre dorado, trabajado con profusión, en una ancha orla con motivos vegetales y coloristas realizados con esgrafiados y decoración a punta de pincel. Por su tamaño, pertenecía al espacio principal de algún retablo, aunque es de bulto redondo y está tallada y policromada en su parte posterior.
Con esta exposición, el Museo del Prado subraya la importancia de la escultura policromada para una comprensión integral del arte español y pone en valor las más de mil esculturas de su colección permanente. Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro puede verse del 19 de noviembre al 2 de marzo de 2025.
Por otro lado, la escultura, préstamo de la Catedral de Astorga, "reproduce exactamente la iconografía". Añade que "las esculturas, a veces se animaban, cobraban vida y eso las hacía más creíbles, más verosímiles. El niño de La Virgen de Valvanera tiene ese giro tan forzado en el cuello porque se había movido para no ver un sacrilegio que se había producido dentro del templo". En concreto, una pareja, deseosa de tener descendencia, había consumado en la iglesia el acto carnal.
En la misma sala, Arias señala una tela en la que "el Cristo se inclina delante de un monje. Es una imagen que Jesús se dobla para hacerle la reverencia al cartujo. Eso era mucho más creíble con una figura tridimensional que no con una pintura. Y ese es el éxito de la escultura en madera policromada".
En las esculturas de madera policromada, la estrecha colaboración entre tallistas y pintores nos habla del elevado valor del color, que lejos de ser un mero acabado, era una parte esencial de la pieza sin la cual no se daba por concluida.
Fuente: Rtve