spanish.china.org.cn | 05. 09. 2024 | Editor:Filo Fu | [A A A] |
Esculpiendo el futuro: la juventud lidera el renacimiento de la talla de calabaza en China
Ruan Xiyue, artesana de la talla de calabazas de Lanzhou, talla una calabaza en un estudio de Lanzhou, provincia noroccidental china de Gansu, el 11 de mayo de 2024. (Xinhua/Ma Sha.)
Bajo el suave resplandor de una lámpara, Ruan Xiyue, de 37 años, maneja meticulosamente su cuchillo de tallar, grabando la cara de un niño en una calabaza con la forma y el tamaño de un huevo con una precisión magistral.
Con cada pincelada, la artesana retira las virutas, asegurándose de que cada detalle sea una fiel reproducción de su boceto inicial.
La talla es un arte especialmente apreciado en Lanzhou, capital de la provincia noroccidental china de Gansu, donde la técnica ha florecido durante más de un milenio.
Este arte, que se basa en las tiernas calabazas de huevo de piel fina autóctonas de la región, exige tal delicadeza que el más mínimo error puede estropear toda la pieza.
Nacida en 1987, Ruan lleva más de una década perfeccionando su arte, un legado transmitido por cuatro generaciones de su familia, que abarca más de 80 años. Los años de dedicación a la talla han endurecido su mano derecha, haciéndola más grande y áspera que la izquierda, un testimonio de su compromiso con el arte.
Las raíces de la talla de calabazas en Lanzhou se remontan a las dinastías Wei y Jin (220-420), en las que las calabazas servían de recipientes para el vino a lo largo de la antigua Ruta de la Seda. Con el tiempo, el simple acto de pintar evolucionó hacia el intrincado oficio del grabado y la pintura, convirtiéndose en un medio de vida para los artesanos durante las dinastías Ming y Qing (1368-1911).
La microtalladura, especialmente en las diminutas calabazas locales del tamaño de un huevo, representa la cumbre de la habilidad de Lanzhou en la talla de calabazas. Sin embargo, a diferencia de sus antepasados, que preferían la complejidad, Ruan opta por la simplicidad de los bocetos, reflejo de su estilo único y de su filosofía de herencia cultural.
«Para preservar y revitalizar de verdad las técnicas tradicionales, hay que integrarlas en la vida cotidiana, permitiendo a la gente disfrutar de su arte favorito en sus casas, no sólo en las galerías», explica.
Al principio, Ruan tuvo que lidiar con el peso del legado artístico de su familia, pero la popularidad del juego «Travel Frog» entre los jóvenes la inspiró para crear un mundo utópico con la imagen de la rana, lo que aumentó su confianza.
«Los jóvenes de hoy son únicos, interpretan las obras tradicionales a través de su propia lente, lo que deja espacio a la imaginación personal», afirmó.
Utilizando la calabaza como lienzo, Ruan ha ido incorporando a su trabajo elementos de animación, reliquias culturales y otros productos creativos, creando espejos de calabaza, accesorios, botes de té, bolsos y mucho más.
A medida que la cultura se convierte en parte de la vida cotidiana y gana el aprecio del público, cada vez más personas aprenden de Ruan a tallar la calabaza de Lanzhou. Desde principios de este año, ha recibido a más de 1.000 visitantes semanales en visitas de estudio.
Ruan dice que muchos niños, al descubrir la talla de la calabaza, exclaman con auténtico asombro: «¡No me extraña que esto sea patrimonio cultural inmaterial!», un sentimiento que la conmueve profundamente.
Inspirada por Ruan Xiyue, su madre, Ruan Lin, ya jubilada, está aprendiendo a utilizar las redes sociales para conectar con las generaciones más jóvenes y proporcionar orientación técnica a los proyectos de su hija.
«La cultura es un esfuerzo colectivo. Cuando se juntan muchas manos, la llama de la cultura arde con más fuerza», afirma Ruan Lin.