Carlos Alcaraz repitió este domingo su propia historia e impulsó de nuevo su leyenda tras arrollar a Novak Djokovic (6-2/6-2/7-6) y hacerse con su segundo título de Wimbledon—su cuarto Grand Slam— de manera consecutiva. No hubo sufrimiento ni épica, Alcaraz deseaba tanto el trofeo que no dio pie a ello en uno de los mejores partidos de su vida y, quizás, en una de las finales más grises de la larga y brillante carrera de su oponente.
La expectación de la revancha de la pasada edición era máxima y los tenistas correspondieron el afán de una grada entregada con el mejor tenis del mundo en el arranque. Quince minutos duró la máxima exhibición tenística de dos hombres lanzados a por el primer juego del partido, finalmente resuelto por Alcaraz para llevarse el primer break del duelo.
El vigente campeón llegaba esta vez con el cartel de favorito ante un Djokovic muy alejado de su mejor versión (operado de la rodilla hace menos de un mes tras su lesión en Roland Garros), aunque ni esas sensaciones ni la ventaja inicial lograron que Alcaraz se dejara llevar.
Con la mente muy cerca del éxtasis tenístico, su cuerpo avanzaba por la hierba seca de La Catedral en la trayectoria siempre perfecta. La velocidad máxima de sus piernas, el saque impecable, la gestión de cada peloteo en los momentos clave, la derecha en su mejor versión... y un Djokovic a medio gas resumieron una primera manga resuelta en 41 minutos con un doble break a favor.
Djokovic no era Djokovic, aunque Carlos nunca quiso aceptar la diferencia de ritmo apreciada por todos en la grada. Él, capaz de remontar un 6-1 en contra en el primer set de la pasada final, sabía a la perfección que, aun en sus horas más bajas, el serbio siempre acecha y aguarda su momento para hacerte caer en su trampa.
Su solución anticipada fue repetir el mismo guion del primer acto del partido. Atacó fuerte desde el resto en el primer juego, se lo metió en el bolsillo y apretó para mantener su ventaja hasta que volviera a aparecer otra grieta por la que reventar el tenis de Nole. En la primera manga el doble break, llegó en el sexto juego del set. En la segunda tardó poco más, llegó en el séptimo, pero el resultado fue el mismo: 6-2 en apenas 35 minutos.
El murmullo en la grada aumentaba punto tras punto. Solo un espejismo fantástico podía explicar la diferencia de nivel y el marcador entre los dos mismos jugadores que tardaron cuatro horas y 40 minutos en resolver sus diferencias hace apenas un año en la misma pista.
Fue entonces cuando Djokovic encontró un respiro. De nuevo inauguró el set al servicio y, esta vez sí, comenzó por delante en el marcador frente a un Alcaraz empecinado en pisarle los talones. Cinco ventajas necesitó el serbio para salvar la rotura en el 2-1 y empezar a mandar ligeramente en el devenir del juego.
Cierto es que le cambió el semblante cuando el partido se tornó una montaña rusa de sensaciones, pues a pesar de la sobrada ventaja de Alcaraz, el de Belgrado logró devolver la igualdad esperada al partido hasta el 4-4.
El partido entró entonces en su habitual 'fase de los campeones', esa franja límite del marcador que invita a los jugadores a un momento de lo imposible, de las grandes proezas, allí donde un toque en la cinta, un paso más antes del golpeo, una línea o un mero pensamiento fugaz deciden el destino de dos hombres entrenados durante toda una vida para alcanzar la perfección.
Valiente fue Alcaraz con la rotura que le pondría 5-4 arriba. Parecía una ensoñación tener un turno de saque con bolas nuevas para cerrar, en apenas poco más de dos horas, la final de Wimbledon ante el siete veces campeón. Así, en ese plácido sueño, apareció el 'coco' para despertar al niño maravilla del tenis mundial de sopetón.
40-0 se llegó a poner cuando los nervios desbarataron su mejor arma del partido, el saque. Tembloroso y precipitado, Alcaraz vio esfumarse toda la ventaja y con la vista nublosa llegó a un nuevo turno de saque al que llegaba obligado a forzar el tie break (6-5 abajo).
Se recobró, volvió a jugar, se dejó llevar de nuevo por su pizpireto tenis y reanudó la lección de tenis a su oponente. Quiso alargarlo más Djokovic, no pudo por segunda vez quien sabe lo que es ganar siete veces en el pasto sagrado. Alcaraz vuelve a reinar en Londres justo tras tomar París, allí donde volverá en pocos días para alargar su paso triunfal en los Juegos Olímpicos.
Fuente: 20Minutos