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spanish.china.org.cn | 25. 12. 2018 | Editor:Eva Yu [A A A]

Una estudiante estadounidense, violada y apaleada junto al intercambiador de Aluche

Palabras clave: Estudiante estadounidense violada y apaleada , Aluche

El relato es estremecedor. Cuando Andrea Sicignano se subió a un autobús para regresar a casa, los ojos de su violador se clavaron sobre ella. Así, hasta el final de la línea, momento en que la joven, una estudiante norteamericana afincada en Madrid desde hace seis meses, comprobó que había tomado el número equivocado. Era de noche y todo el pasaje, salvo ella y otro viajero, abandonó la zona a pie. El Metro estaba cerrado y tampoco había rastro de ningún «búho». Perdida, la mujer se sentó en la parada para averiguar el camino de vuelta, lo que aceleró las ansias del que había sido su «vigilante» durante todo el trayecto. «Me golpeó en la cara una y otra vez hasta que no pude pelear más. Y me violó», escribió la víctima días después, en un loable ejercicio de valentía. El agresor ya está detenido.

Los hechos ocurrieron el fin de semana del puente de la Constitución, muy cerca del intercambiador de Aluche. Sobre las 4 de la madrugada, el agresor se dirigió a Andrea, de 27 años, para ofrecerle su ayuda. «Me aseguró que podría ayudarme a llegar a casa», cuenta, minutos antes de empezar a sospechar de la situación de riesgo que corría: «Tan pronto como empecé a percatarme de que podía estar en peligro, traté de irme». Sin embargo, no lo consiguió. El individuo se volvió con violencia hacia la estudiante, natural de Lindenhurst (una pequeña villa del estado de Nueva York), y le arrebató el teléfono. «Tengo tu móvil, no puedes llamar a nadie», llegó a decirle mientras la golpeaba con saña.

Tal fue la brutalidad del ataque, que Andrea fingió estar muerta: «Cerré los ojos con la esperanza de que cuando los abriera se hubiera ido». Lo hizo, pero solo después de violarla y dejarla allí tirada con la cara ensangrentada. Como pudo, rompió sus leggins -enganchados en sus zapatos fruto del forcejeo- y empezó a correr. Después de toparse con tres o cuatro coches, un turismo se detuvo. «La sangre me cubría la cara, el pelo y la chaqueta», prosigue, no sin agradecer al conductor que atendiera su grito desesperado de auxilio: «Un tipo extraño, a quien nunca tendré la oportunidad de dar las gracias, llamó a la ambulancia y trató de calmarme mientras esperábamos a que llegase».

Tras una primera observación, Andrea fue trasladada al hospital, donde los médicos le practicaron un examen forense para casos de violación, además de una resonancia magnética y otro análisis exhaustivo en uno de sus ojos, hinchado tras la paliza. Su nariz estaba fracturada y tenía moratones y arañazos por todo el cuerpo. La Policía Nacional abrió una investigación que, según confirmaron ayer fuentes de la investigación, dio sus frutos el 12 de diciembre. Los agentes detuvieron a un hombre en Carabanchel, de 35 años y nacionalidad española, identificado por la víctima en una rueda posterior de reconocimiento. Cuenta con nueve antecedentes, aunque ninguno por delitos de índole sexual. Días antes, la estudiante había regresado al intercambiador para reconstruir la escena. Encontraron algunas de sus pertenencias y restos de sangre en la acera.


Campaña de ayuda


Con el agresor entre rejas, Andrea visionó con estupor las imágenes de la cámara instalada en el autobús. «Me estuvo mirando todo el viaje», advierte, convencida de que la brutal agresión podía haberle costado la vida: «Nunca pensé que me pudiera pasar algo así. He estado viajando por mi cuenta durante años, en todo tipo de países y ciudades». La estudiante, que se define como una mujer «fuerte, inteligente e independiente», tiene claro que nada de eso importa «cuando estás a merced de un hombre que quiere hacerte daño». Por ello, ha creado una iniciativa en la página de «crowdfunding»GoFundMe para ayudar a otras víctimas de agresión sexual. En apenas dos días ha recaudado más de 4.000 dólares.

La joven, que esa noche había salido a disfrutar de un espectáculo de flamenco junto a un amigo, añade en su relato que su mayor fortuna ha sido poder escribirlo: «No voy a dejar que esto rompa mi espíritu. Hablo en nombre de cualquiera que haya experimentado este infierno y de aquellas cuyas voces han sido silenciadas. Las cosas deben cambiar». Palabra de Andrea.



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