Cuando se conocieron, ella era una chica de etnia han que llevaba casi siete años estudiando y trabajando en Estados Unidos y él, un joven tibetano que había nacido y crecido en el fondo del Gran Cañón del Yarlung Zangbo y que hacía seis años que era monje en un templo.
No obstante, un sencillo viaje de peregrinación hizo que los dos jóvenes, procedentes de mundos diferentes, se uniesen en su amor y espíritu emprendedor, así como en su determinación de trabajar arduamente con sus paisanos con el objetivo de erradicar la pobreza y vivir una vida feliz.
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