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spanish.china.org.cn | 07. 03. 2014 | Editor: Eva Yu | [A A A] |
Por Jorge Fernández Montes
Asperjadas entre líneas, las metáforas en el discurso del primer ministro Li Keqiang evidencian los enormes desafíos que la dirigencia comunista deberá sortear en los prolegómenos de un proceso reformador que cambiará la historia de China.
La reestructuración económica, sin importar el optimismo de sus promotores, estará marcada por el lastre de sectores oficiales que buscarán impedir un daño sobre su marco de intereses y el poder de sus acciones . El primer ministro Li Keqiang lo sabe y lo sabe bien.
“Nuestra economía”, dice el primer ministro, “se encuentra en el periodo de los dolores previos al alumbramiento de su reajuste estructural y del cambio de marcha de su crecimiento”. La anterior es una alegoría que desvela y evidencia un entorno en el que los gritos de dolor y las imprecaciones acompañan a las interrogantes, a la incertidumbre y a la parcial rivalidad ante la incepción de un cambio en la modalidad del crecimiento.
No habrá marcha atrás. El discurso del primer ministro exhorta a todos los gobiernos a profundizar la reforma, a romper las trabas establecidas por viejos intereses y a soportar con entereza la presión con “la misma determinación con la que el valiente se corta la mano mordida por la serpiente y del ímpetu de quien libra una batalla con el agua detrás de él”.
No es secreto que a lo largo de los últimos 10 años, la profundización de la reforma económica --incluida la concesión de un mayor protagonismo a las fuerzas del mercado y la reducción del papel de las empresas de propiedad estatal--, quedó sometida por la fuerza y los vaivenes de una poderosa burocracia estatal. Pero hoy, las estrepitosas caídas protagonizadas por las economías del mundo desarrollado, a la par de un agotamiento en el modelo de desarrollo económico de China, demandan al recién investido grupo dirigente a tomar medidas drásticas so pena de caer en el pozo del estancamiento y averiar un promisorio camino hacia el ascenso.
El año pasado, “las dificultades fueron mayores de lo previsto y los resultados mejores de los esperado”, hecho que demuestra que la segunda economía del mundo posee la fortaleza –una reserva de divisas de cerca de cuatro billones de dólares—para hacer frente a los retos y desafíos del exterior, y fijarse entre sus metas tasas de crecimiento, inflación, desempleo o déficit fiscal francamente envidiables para muchos países en vías de desarrollo.
Pese a la fortaleza y las halagadoras cifras, el reto de China, la verdadera batalla, nace del seno de su corazón mismo, de aquellos cotos de poder que crecieron y mamaron de un modelo que ha sacado a millones de chinos de la pobreza y que ha enriquecido a otro tanto más. Ellos son los retos que habrán de superarse en un entorno de funcionamiento económico razonable y ordenado, para que, en palabras del primer ministro, “el gran barco de la economía china navegue con seguridad y llegue lejos”.
El proceso reformador que quedará apuntalado en la presente Asamblea Popular Nacional no será alcanzado de la noche a la mañana ni será tampoco un acontecimiento sencillo. No será una fiesta para charlar o tomar te. El actual proceso es un acontecimiento histórico --y doloroso-- que marcará el rumbo del país durante los próximos diez años. Pese a los sacrificios y las trabas, la consecución exitosa del proceso reformador revigorizará a la nación china e impulsará a la política de reforma y apertura hacia un nuevo nivel.
Jorge Fernández Montes es periodista adscrito al Buró de Expertos Extranjeros de China.
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