Pero las veintitantas danzas en el drama, con el casamiento impecable de los estilos modernos y tradicionales, concitan más atención. A través de la mudanza del tiempo y el espacio, las danzas vivaces a los acordes del sonido traducen hasta la saciedad lo supremo de la música y la quintaesencia de la coreografía. Sus movimientos poéticos y maravillosos hacen resonancia con la música ora suave, ora vigorosa, ora lenta.
El tema y la escena resaltados al final de la obra merecen más elogios todavía. Sus danzas espléndidas y magníficas brindan un ambiente propicio a más no poder al extenso panorama del drama musical en su totalidad. Los saludos de agradecimiento de los actores, contentos, emocionados, conmovidos y felices por el logro obtenido con sudor, al auditorio desde el escenario al fin de la representación llevan el espectáculo al cierre de los telones en su punto culminante.