Por Luis Brito

JOJUTLA, México, 20 sep (Xinhua) -- Las manos se multiplicaron este miércoles para levantar a Jojutla, una pequeña municipalidad del central estado de Morelos con cientos de casas derrumbadas o fracturadas a causa del sismo de 7,1 grados que golpeó la víspera a México.

Desde temprano, decenas de soldados comenzaron a quitar las rocas de ladrillo o adobe que antes fueron casas en las calles del centro de la cabecera municipal; poco después, nutridos grupos de jóvenes voluntarios con picos y palas al hombro llegados de distintas localidades cercanas se sumaban a la tarea.

Una veintena de estudiantes de enfermería aprovechó que dos camiones de carga salían desde Cuernavaca, capital del estado, para subirse a ellos y llegar a la zona afectada para ofrecer consultas en la plaza y repartir alimentos.

"Decidimos reunirnos y venir a apoyar en lo que podamos", dijo, entusiasta, Alma Delia.

El propio presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, llegó pasado el medio día a la localidad más devastada de Morelos para expresar su solidaridad con los damnificados y adelantar que se canalizaban víveres, agua y atención médica para la zona devastada.

"Dejo mi solidaridad y la respuesta inmediata del gobierno", sostuvo el mandatario en la plaza ante decenas de pobladores congregados a su alrededor bajo el implacable sol que caracteriza a esta región de Morelos.

Todavía anoche y en los primeros minutos de hoy, en la misma plaza y en las mismas calles se congregaban sólo habitantes dolidos por la pérdida de su patrimonio o desconcertados por la destrucción. Militares y policías abundaban ya pero centrados en brindarles resguardo.

La alcaldía dijo a Xinhua anoche que los primeros cálculos indicaban el derrumbe de por lo menos 100 casas y daños severos en otras 600. De 16 a 17 personas murieron en la tragedia, comentó también a esta agencia el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, por la mañana mientras evaluaba allí la situación.

Peña Nieto explicó a los damnificados que se levantará un censo de daños para dar paso a la reconstrucción o reparación de las casas, como el gobierno lo hace en los sureños estados de Oaxaca y Chiapas, sacudidos por el sismo de 8,2 grados que el 7 de septiembre cobró 98 vidas.

El nuevo temblor sumaba hasta las 19:00 hora local de hoy 230 muertes: 100 en la Ciudad de México; 69 en Morelos; 43 en Puebla; 13 en el estado de México; cuatro en Guerrero, y uno en Oaxaca, según el gobierno mexicano.

Cristal Figueroa, una comerciante, atrajo la atención del presidente cuando recorría la zona siniestrada para decirle que su casa y negocio se dañaron. "Las dos cosas juntas. Todo", comentó afligida.

"Va a haber apoyo para la vivienda y para reactivar sus comercios, para que puedan reponer inventarios y arreglar su local comercial", le dijo Peña Nieto a la mujer y agregó: "les dejo aquí un testimonio de solidaridad en este momento, de esta ayuda que apenas vengo a comprometer".

Mientras el mandatario caminaba revisando las casas colapsadas y atendiendo las preocupaciones de los damnificados, ciudadanos y empleados gubernamentales seguían entrando por el camino central de la localidad de 60.000 habitantes en vehículos cargados con alimentos, agua o más voluntarios.

Soldados introducían enormes ollas con alimentos en un albergue abierto en una escuela, mientras personas llegaban a los centros de acopio cargando lo mismo colchonetas enrolladas o artículos de primera necesidad.

Después del paso de Peña Nieto por la calle más devastada, Esteban Jiménez se apresuró para sacar las piedras que aplastaron su automóvil estacionado allí. Enfrente, la casa donde vivía con sus padres, tres hermanos y abuelo no se derrumbó pero quedó demasiado afectada para ser habitada y ya le dijeron que será demolida.

"No es cualquier cosa que tiren tu casa y te dejen sin casa", dijo el estudiante de 20 años de edad, quien metía la mitad de su cuerpo al auto para limpiarlo a pesar de que quedó inservible.

"Todas las personas aquí también están destruidas. No va a ser fácil que se recupere el pueblo por lo mismo que hubo muchos daños", expresó.

Entre esos daños se cuenta las ruinas en las que quedó la capilla de Teocalcingo, un edificio que databa del siglo XVII. La estatua de San Sebastián Mártir, su santo patrono, quedó de una sola pieza entre las piedras y hoy temprano la rescató el encargado del templo, Héctor Batalla.

El empleado de 47 años destacó que se trata de una imagen también de más de cuatro siglos de antigüedad y que es muy venerada por los pobladores por los milagros que le adjudican. Las ligeras fracturas que sufrió lo alivió, pero ahora enfrenta otro dilema.

"El templo está destruido totalmente, se va a perder. La imagen la vamos a tener que ingresar a la parroquia, (pero) no sé dónde la vamos a poner porque está destruida la parroquia también". Fin

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