Este año se celebra el 80º aniversario de la victoria de la Gran Marcha, conocida como un punto de inflexión para la revolución china, y es el momento oportuno para que China y todo el mundo obtengan fuerza de esta famosa maniobra militar: con voluntad y sabiduría, podemos hacer lo imposible posible.
En octubre de 1936, el Partido Comunista de China (PCCh) declaró su exitosa realización de la Gran Marcha, una aventura de dos años con enorme audacia en la que el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos de China, bajo el liderazgo del PCCh, evadió la persecución del Kuomintang y recorrió más de 12.500 kilómetros a pie para llegar a su destino final en el noroeste del país
Quince años después del inicio de la increíble hazaña, el PCCh llegó al poder y emprendió una nueva marcha por la estabilidad y la prosperidad nacionales, otra "misión imposible" para el país que había estado sumido en divisiones, guerras y pobreza durante más de un siglo.
En 1978, China comenzó a aplicar la política de reforma y apertura, un paso valiente que pudo considerarse como una nueva Gran Marcha para el PCCh y el país asiático.
En las siguientes más de tres décadas, China ha experimentado un ascenso meteórico para convertirse en la segunda mayor economía del mundo y la mayor nación comercial.
Dado que la historia ha probado la viabilidad y la vitalidad de la sabiduría de la Gran Marcha, es recomendable que tanto China como el resto del mundo, todos desafiados por un montón de tareas difíciles por delante, saquen fuerza y sabiduría de la Gran Marcha.
Ante todo, la Gran Marcha nos enseña a permanecer fieles a la convicción de que nuestras tareas, por agotadoras e imposibles que parezcan, darán resultados positivos al final.
En este sentido, tanto China, que está llevando a cabo delicadas reformas en la gobernanza económica y política, como el mundo en su conjunto, que está viviendo una tibia recuperación económica y la crisis de refugiados, deben demostrar la indomabilidad que es el núcleo del espíritu de la Gran Marcha.
En segundo lugar, la Gran Marcha nos enseña a siempre tener en cuenta el bienestar de toda la humanidad, especialmente frente al conservadurismo y al egoísmo.
La política del PCCh no se habría granjeado el apoyo popular hace 80 años sin considerar el bienestar de las personas que participaron en la Gran Marcha. En el mismo sentido, las reformas actuales en China y en el mundo entero no lograrán su éxito, si no pueden representar los intereses de los grupos vulnerables y desfavorecidos del planeta.
Por último, la Gran Marcha nos enseña a permanecer preparados para conseguir progresos laboriosos. Será imposible conseguir la prosperidad y la estabilidad de China hoy en día, sin el coraje del PCCh para romper el cerco impuesto por sus enemigos y superar las dificultades a lo largo de la marcha.
Se espera que la comunidad internacional renuncie al proteccionismo para, así, ayudar a los grupos más débiles a efectuar dolorosas reformas y a reconstruir la confianza del público en el nuevo modelo de gobernanza global.