Conocido como un país de inmigrantes, Brasil se pone una actitud abierta hacia las distintas culturas. Gracias a eso y al dinámico desarrollo de los lazos bilaterales entre Brasil y China, la comunidad china se integra cada vez con más fuerza en la sociedad brasileña, al tiempo que contribuye al desarrollo económico y social del país sudamericano.
Según las últimas estadísticas, unos 200.000 chinos viven en Brasil, de los cuales 130.000 se concentran en Sao Paulo, la más grande ciudad de Brasil y de América del Sur. El primer grupo de inmigrantes chinos llegó a Brasil en el año 1812 para plantar té verde.
Xinhua entrevistó a algunos chinos que ya llevan más de diez años viviendo en Brasil, quienes tuvieron una vida difícil a su llegada a Brasil, pero su espíritu laborioso les ayudó a lograr éxitos y varios lograron convertirse en personalidades en algún campo.
DE VENTA DE MADERA A CAUSA DE EDUCACION
En el estado de Pará, Yang Jianzhong es conocido en los sectores político, comercial y educacional. Yang posee actualmente una empresa de madera y es consejero de una universidad local, pero no olvida jamás sus primeros años en Brasil.
Dedicado al comercio maderero, Yang tuvo que visitar las regiones forestales y los aserraderos de la Amazonia, donde vivía en casas rústicas de madera y tenía que soportar a los mosquitos todos los días.
Para investigar y conocer profundamente la región, su rostro y sus ojos fueron quemados por el sol. También sufrió accidentes al conducir el coche con mucha fatiga por las zonas forestales.
Sus esfuerzos tuvieron premio. Su empresa, Panamerica Wood, es una de las marcas más famosas de madera de alta calidad en el mercado chino.
Después del éxito en el sector comercial, Yang comenzó a dedicarse al bienestar social. Todos los días feriados hace donaciones a entidades caritativas a través del gobierno local o instituciones religiosas, además de dedicarse a la educación local con el establecimiento de una universidad privada. Sus esfuerzos han contribuido a establecer una buena imagen de los residentes chinos en Brasil.
DE 500 DOLARES A CENTRO CULTURAL CHINO
Guo Jingliang es un veterano militar que trabajó en una empresa mixta después de su vida castrense. No satisfecho con las condiciones de vida, Guo decidió ir al extranjero para buscar nuevas oportunidades, saliendo de casa con apenas 500 dólares.
Primero llegó a Uruguay, para años después trasladarse a Brasil. Guo no se imaginaba las dificultades que experimentaría en sus inicios en un país como Brasil, donde durante tres meses laboró por las noches en un bar (de seis de la tarde a cuatro de la madrugada) y vendió comestibles en frente de un almacén.
Una vez que ahorró el dinero suficiente comenzó a hacer negocios de importación y exportación, viajando en autobús a Paraguay para lograr productos a mejores precios. No sabía hablar portugués, pero insistió en recorrer este camino durante tres años con la ayuda de unos 30 empleados.
Gracias a su laboriosidad y perseverancia, Guo acumuló poco a poco su fortuna, y por fin creó cuatro marcas propias de materiales didácticos. Actualmente es el proveedor de estos productos para todas las escuelas públicas de Río de Janeiro, Brasilia y Salvador.
Debido a su prolongada donación de materiales educativos y productos cotidianos a escuelas y asilos de ancianos locales, una ciudad del estado de Sao Paulo anunció la transferencia a su nombre de una parcela de tierra de centenares de hectáreas por un periodo de 60 años. Guo planea establecer un centro cultural para introducir la cultura china al público brasileño.
DE ZAPATOS PARA NIÑOS A ASOCIACION DE PAISANOS
Cuando Zhang Qishan llegó a la Ciudad del Este de Paraguay a comienzos de la década de los años 90 del siglo pasado, solo llevaba 200 dólares en su bolsillo. Ciudad del Este es una urbe pequeña, pero con una gran concentración de comerciantes de Brasil, Argentina, Chile, Bolivia y Perú.
A falta de capital para lanzar un gran negocio, Zhang tuvo que emprender con una pequeña tienda para el empleo y las necesidades cotidianas. Durante el trabajo, Zhang estudiaba el idioma e investigaba el mercado local, buscando oportunidades.
Entonces descubrió que los zapatos para niños eran un mercado prácticamente virgen y decidió probar suerte. Pero cuando llegó el primer contenedor lleno de zapatos, encontró problemas con la aduana y el almacenamiento de los productos. Gracias a la ayuda de un comerciante de Taiwan de China, superó los problemas y amasó la primera fortuna de su vida brasileña.
La vida de comerciante tampoco fue fácil. Por la mañana hacía negocios al por mayor, mientras que por la tarde iba a los grandes mercados para buscar nuevas cabinas o tiendas donde podía vender sus zapatos al por menor.
Zhang nunca olvida la ayuda recibida de sus paisanos, por lo que siempre proporciona apoyo a los chinos recién llegados. Estableció la asociación de nativos de Shandong y Hebei para reunir a sus paisanos e intercambiar experiencias sobre el trabajo en el extranjero.
Entre los miembros de la asociación están quienes operan una clínica de masaje que puede aliviar las dolores de enfermos, quienes gestionan una escuela para ayudar a estudiar el idioma chino a los hijos de amigos o quienes administran un hotel para suministrar alojamiento a amigos que vivan temporalmente en Brasil.
Las historias de Yang, Guo y Zhang son una parte de las vidas de muchos residentes chinos en Brasil. La mayoría de ellos lograron algún éxito en su esfera de trabajo, pero lo más importantes es que han sabido integrarse a la sociedad local y ayudar a otros paisanos a construir su nueva vida en el extranjero.