Desde que el señor Matsunaga empezara a ofrecer el servicio privado de filmar películas porno hace tres años, su negocio se ha vuelto cada vez más próspero. Cobra 100,000 yenes (aproximadamente 1.000 dólares) por dos horas de rodaje, bajo un acuerdo de confidencialidad y al terminar la filmación, entrega la tarjeta de memoria a los clientes.
Los “actores” son en su mayoría empleados mayores de cincuenta años, entre ellos hay parejas, novios y amantes. Tienen ganas de romper con la rutina, encontrar nuevas pasiones y crear un emocionante recuerdo para toda su vida.
El empresario dijo que algunos hombres se ponen nerviosos delante de la cámara; pero que por otro lado, las mujeres se vuelven más atrevidas de lo habitual. Existen personas que se han vuelto tan adictas, que incluso una de ellas ha realizado siete vídeos, en preparación para un álbum que integrará cuando llegue a las doce películas.