En una superficie de 15 kilómetros por 200 kilómetros (unos 3.000 kilómetros cuadrados), el 0,09 por ciento del total de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), se disputa la llamada "guerra del sushi", entre barcos brasileños y barcos japoneses, todos ellos detrás del atún.
Brasil, con cerca de 8.500 kilómetros de costa, controla esa franja oceánica de 3,5 millones de kilómetros cuadrados conocida en el derecho internacional como la Zona Económica Exclusiva, que corresponde a las famosas 200 millas náuticas (370 kilómetros).
Lo cierto es que la expansión de la comida japonesa, el "sushi", en todo el mundo, ha provocado un aumento de la demanda de atún, su principal ingrediente, algo que ha llevado al atún azul (Thunnus thynnus) a estar amenazado de extinción.
Según publicó recientemente la revista "National Geographic", la mayor referencia mundial en oceanografía, el 95 por ciento de la población global de atunes ya forma parte de la comida "sushi", lo que ha encendido la alarma entre ecologistas, oceanógrafos y vegetarianos.
El documental "Sushi: The Global Catch", estrenado recientemente en Estados Unidos, alerta sobre el impacto del creciente éxito del "sushi" en todo el mundo, y su repercusión en la población de atunes.
La presencia en la ZEE brasileña de barcos japoneses ha provocado las quejas entre pescadores, la industria del pescado y ecologistas brasileños, que se quejan de que sucede debido a la permisividad del ministro de Pesca, Marcelo Crivella.
"Las embarcaciones japonesas devastan nuestros bancos de pescado con un volumen superior a la capacidad de reposición", se quejó recientemente el pescador brasileño Torquanto Ribeiro.
"Perjudican toda la cadena productiva vinculada a la pesca, ya que el pez sale de sus rincones para embarcar directamente en el carguero japonés.
"No mato a un tercio de lo que mataba hace 15 años. Y ahora, los peces son menores. Pescamos peces pequeños porque no se les da tiempo de crecer. Creo que se está acabando", dijo desanimado Jonas Oliveira, patrón de una embarcación de pesca.
Ante tal expansión del consumo de atún, la costa brasileña entró a ser disputada como una de las últimas fronteras todavía inexploradas.
Entre los meses de mayo y agosto, las corrientes marítimas que vienen de la laguna de los Patos, en el litoral del sur de Brasil, y del archipiélago de Las Malvinas atraen a bancos de atún, un pez migratorio de largas jornadas, debido al oasis de plancton que surge en la zona. Y los pescadores van tras los bancos de pescado.
Los modernos navíos brasileños llegan a medir hasta 60 metros de popa a proa, con una autonomía de navegación de hasta 90 días y una capacidad para transportar 200 toneladas de pescado.
Mientras, los atuneros brasileños tienen entre 15 y 20 años de antigüedad, un máximo de 24 metros de largada y sin frigoríficos, lo que exige continuos viajes a puerto para descargar la pesca y abastecerse de nuevo hielo.
Por su parte, el Ministerio de Pesca brasileño ha promovido la multiplicación de los atunes capturados por los barcos japoneses, al facilitarles el arrendamiento de embarcaciones extranjeras.
Los pescadores y ecologistas se quejan de que con la autorización de las autoridades, se permite ahora el desembarque en puertos extranjeros, lo que hace muy difícil controlar la producción y lleva a la pérdida de puestos de trabajo dentro de la cadena de comercialización del atún y a la evasión de divisas, entre otros problemas.
En 2010, de las 17 licencias concedidas por el Ministerio de Pesca brasileño a embarcaciones extranjeras, 16 fueron a barcos japoneses.
A cambio de entre el 85 y el 90 por ciento de las ventas, los japoneses llegan con su navío, el equipamiento necesario, el combustible, su propia tripulación y el seguro.
"Brasil sólo tiene prejuicio con el robo oficializado de nuestras existencias de pescado. El arrendamiento transforma, mágicamente, los navíos japoneses en brasileños", indicó el presidente del Sindicato del Muelle y de las Industrias de Pesca de Santa Catarina, Giovani Monteiro.
El oceanógrafo y ex profesor universitario Jorge Castelo dijo, por su parte, que "la política de arrendamiento es típica de los países africanos, especialmente los del litoral atlántico, como Namibia, Angola, o los del Golfo de Guinea.
"Pero este no debería ser el caso de Brasil, con el potencial para la política pesquera autónoma que tiene", aseguró.
En contrario, los arrendatarios defienden su negocio, afirmando que los extranjeros traen una mejora tecnológica de pesca y atún a Brasil. Fi