El coordinador del proyecto, Miguel Báez, explicó que el montaje a cargo de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH, se divide en cinco secciones que ilustran las cualidades físicas y las características técnicas de su talla, sus diversos usos y los matices simbólicos vinculados al mismo, con el fin de que el público pueda establecer semejanzas o diferencias.
En ese sentido, la doctora Xu Lin, investigadora del Museo del Palacio, explicó que es en el último módulo, titulado "Caminando hacia la otra vida", donde queda establecida una de las principales concordancias en cuanto al uso que, en China y Mesoamérica, se le dio al jade, el de acompañante de personajes de la élite al momento de la muerte.
"En China antigua se creía que el jade y la mortalidad estaban estrechamente ligados, se pensaba que el colocar piezas realizadas con este mineral, como parte del ajuar funerario, permitiría que el espíritu de la persona llegara a su destino", comentó.
Por esa razón, dijo, el ropaje del muerto podía estar confeccionado con jade, bajo la idea de evitar la putrefacción del cuerpo, y también se colocaban tapones en ojos, oídos y boca, para evitar que "el alma escapara", indicó.
En tanto, Diana Magaloni, directora del Museo Nacional de Antropología y co-curadora de la exposición por la parte mexicana, subrayó esta concepción al detallar que en las culturas mesoamericanas, el jade representaba el agua petrificada, es decir, la vida que trasciende la muerte.
"Los mesoamericanos tenían conciencia de nuestro tránsito por el mundo, y para ellos, el jade siempre iba a conservar ese color del agua petrificada", señaló.
La importancia de la muestra radica en que es el primer acercamiento entre las dos culturas del jade (una tercera es la maorí de Nueva Zelanda), creando así un nuevo terreno de investigación comparativa bajo una visión más amplia.
Tras su permanencia en México, la exhibición viajará al Museo del Palacio, en la capital china, donde se apreciará entre julio y octubre de este año.