Tanto las economías desarrolladas como las emergentes tienen que adaptarse a los cambios estructurales en la economía mundial para asegurar la estabilidad social.
(SPANISH.CHINA.ORG.CN) – Durante las últimas tres décadas, cientos de millones de trabajadores se han incorporado a la economía global, lo que generó un enorme y continuo crecimiento en nivel de ingresos, oportunidades y tamaño de la economía global. Pero también trajo una mayor competencia laboral y cambios significativos en los salarios y los precios relativos, que tienen profundos efectos distributivos.
Estos grandes cambios estructurales en la economía mundial representan tres grandes retos para el empleo en todo el mundo, que según el país del que se trate enfrentan condiciones específicas.
El primer reto es generar suficientes empleos para dar cabida a la afluencia de nuevos participantes en el mercado laboral, que tienen diferentes niveles de educación y habilidad. Claramente, muchos países avanzados y en desarrollo han fracasado en este intento. El desempleo juvenil es alto y creciente. Incluso en los países en desarrollo con crecimiento rápido, la mano de obra excedente espera su inclusión en la economía y la presión recae en sostener la creación del empleo.
Como segundo aspecto a considerar aparece la necesidad de hacer coincidir las habilidades y capacidad para la provisión de puestos de trabajo -un ajuste que toma tiempo y que también es un objetivo en movimiento. La globalización y las tecnologías de punta que ahorran mano de obra han llevado los desequilibrios a los mercados laborales en muchos países. Las prácticas inadecuadas abundan. Por otra parte, con el rápido y continuo crecimiento de los países en desarrollo, la estructura de la economía mundial está lejos de ser estática.
El tercer reto es la distribución. Como el comercio mundial se expande, la competencia para la actividad económica y puestos de trabajo se amplía. Esto afecta el precio del trabajo y la gama de oportunidades de empleo dentro de la economía globalmente integrada. Algunos subconjuntos de la población ganan y otros pierden, lo que sin duda está relacionado con las expectativas.
Muchos países desarrollados, en realidad, la mayoría de ellos, han experimentado un crecimiento limitado de ingresos medios. En algunos países europeos, donde la desigualdad de ingresos se ha mantenido bajo control, esto ha sido parte de una estrategia deliberada para mantener el crecimiento del empleo y la competitividad en la parte transable de la economía, con la moderación salarial en parte compartida a través de la distribución del ingreso.
En Estados Unidos ha aumentado la desigualdad de los ingresos a medida que crecen los ingresos más altos y el espectro de los beneficios de la educación de la globalización, mientras que el resto de las experiencias muestran una disminución del empleo en el sector transable.
A lo largo de las dos décadas previas a la crisis de 2008, la creación de puestos de trabajo en los sectores no transables y la presión a la baja de los ingresos mitigados por la creación de empleo en los sectores no transables permitieron mantener los niveles de empleo. En algunos casos, se adoptó la forma de crecimiento rápido en el Gobierno; otros, como EE.UU., asumieron un patrón de excesivo endeudamiento, apuntalando un gran cambio en el empleo de las industrias de los servicios y la construcción. De hecho, el Gobierno y la sanidad representaron casi el 40 por ciento del crecimiento neto del empleo en el país de 1990 a 2008.
Ese patrón sufrió un repentino frenazo por la crisis financiera de 2008. El sector privado se contrajo y el sector público alcanzó y superó los límites sostenibles.
Sin embargo, las expectativas creadas por los patrones de crecimiento de pre-crisis se han adaptado lentamente. Debido a que el discurso predominante sigue manteniendo que el periodo pre-crisis fue normal, al menos en términos del patrón de crecimiento de la economía real, el desafío que se percibe es restaurar el crecimiento según el modelo pre-crisis. Por desgracia, este discurso no puede explicar por qué, sobre todo en los países desarrollados, falla el crecimiento y el motor del empleo ha experimentado una gran paralización.
Parte de las repuestas están en la gravedad y larga persistencia de la crisis financiera y el desapalancamiento. Al mismo tiempo, los desequilibrios financieros y las distorsiones que preceden a una crisis retrasan las respuestas adecuadas y necesarias para las fuerzas del mercado tecnológico y global en la economía real.
En pocas palabras, la economía y las políticas ajustadas, para algunos extienden las necesidades ocultas de patrones más sostenibles de adaptación.
¿Qué significa para los individuos, empresas y Gobiernos que el ajuste estructural esté cayendo más y más, siendo las fuerzas globales que están presionando para el cambio estructural?
Significa que las expectativas son generalmente incompatibles con la realidad y en algunos casos es necesario aplicar ajustes. Sin embargo, los efectos distributivos deben ser tomados en serio y controlados. La carga de la recuperación débil o inexistente no debería ser sufragada por los desempleados, incluidos los jóvenes.
En interés de la cohesión social, los resultados del mercado deben ser modificados para crear una distribución más equitativa de los ingresos y beneficios, tanto ahora como en términos intertemporales. Después de todo, la falta de inversión actual implica oportunidades escasas en el futuro.
Es imperativo para el ajuste estructural también contemplar que los individuos, los Gobiernos y otras instituciones, especialmente las escuelas, se concentren en aumentar la velocidad de ajuste, para cumplir con las condiciones de un mercado que cambia rápidamente. Hay que prestar atención tanto a la demanda como a la oferta de los mercados de trabajo. Esto significa que no sólo se debe adecuar la capacidad de trabajo, sino también ampliar la gama de puestos para adaptarlos a la capacidad.
Finalmente, la economía global de gestión de las instituciones tiene que analizar si el ritmo de la globalización, y su cambio estructural implícito, es más rápido que la capacidad de los individuos, las economías y la sociedad para adaptarse que el que se puede soportar. Si es así, el próximo reto será el de encontrar formas no destructivas para moderar el ritmo con el fin de elevar la capacidad y la necesidad de ajuste en una alineación más cercana.
Nada de esto será fácil. No tenemos los marcos bien desarrollados para la comprensión de los cambios estructurales. Sin embargo, los desempleados y subempleados, especialmente los más jóvenes, esperan que sus líderes e instituciones puedan probarlo.
El autor, Premio Nobel de Economía, es profesor de economía en la Escuela de Negocios de Stern de la Universidad de Nueva York y profesor miembro de la Hoover Institution de Stanford University.
(Por Michael Spence)
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