Washington anunció el martes que emprenderá acciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC) contra los impuestos introducidos hace un año por China para evitar el "dumping" de las importaciones de pollo y productos derivados estadounidenses en el mercado local.
La acción carece de toda lógica, pues Estados Unidos no ha revisado su política de subsidios agrícolas, que es el factor que determina que esos productos estén por debajo de su precio en el mercado chino. En su lugar, emprende acciones contra China, donde buena parte de la industria avícola está sufriendo los efectos negativos del "dumping".
En septiembre del año pasado, China decidió imponer impuestos "antidumping" comprendidos entre el 50,3 y el 105,4 por ciento para las importaciones de pollo y productos derivados de Estados Unidos durante un período de cinco años, pues los estudios del Ministerio de Comercio determinaron que la industria local estaba sufriendo "daños substanciales" por la entrada de esos productos en el mercado chino.
Las estadísticas muestran que las exportaciones estadounidenses de pollo se han incrementado fuertemente desde 2006. En el año 2008, las exportaciones estadounidenses de pollo a China registraron un crecimiento interanual del 12,34 por ciento, hasta llegar a las 584.000 toneladas; mientras que en el primer semestre de 2009 llegaron a China 305.600 toneladas, un 6,56 por ciento más que un año antes, representando el 89,24 por ciento de todas las importaciones de pollo y productos derivados de China.
El "dumping" de los productos estadounidenses es consecuencia del bajo coste de la alimentación de las aves, principalmente a base de maíz, cereal que se vende a bajo precio porque su cultivo está ampliamente subvencionado por la política estadounidenses de subsidios agrícolas.
La administración estadounidense ofrece diversos subsidios a los granjeros conforme a sus gastos. Según un informe canadiense, 62 céntimos de cada dólar que gana un granjero estadounidenses provienen de los subsidios públicos, que en 2009 sumaron más de 180 mil millones de dólares. Los granos que se usan como fuente de alimentación de las aves se llevan la mayor porción de esos subsidios, alrededor del 35 por ciento.
En una economía cerrada, los subsidios públicos a los cultivos no causarían problemas porque la agricultura es menos competitiva que otros sectores, como la industria o los servicios; más bien servirían para proteger a los agricultores.
Sin embargo, en un mundo globalizado como el actual, los gigantescos subsidios agrícolas de los países desarrollados sitúan a los países en vías de desarrollo, entre los que se incluye China, en una gran desventaja competitiva.
Por otra parte, el debate sobre los subsidios agrícolas ha propiciado el estancamiento de las negociaciones comerciales a escala global. En 2006, las negociaciones de la Ronda de Doha en la OMC quedaron bloqueadas porque Estados Unidos se negó a reducir los subsidios para situarlos en un nivel que diera capacidad competitiva a las exportaciones de otros países sin subsidios.
Mark Malloch Brown, ex jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha dicho que los subsidios agrícolas causan una "distorsión extraordinaria del comercio global" y que los países occidentales protegen su agricultura con 360 mil millones de dólares al año, gracias a una red de subsidios y aranceles que cuesta a los países en vías de desarrollo alrededor de 50 mil millones de dólares en pérdidas potenciales de exportaciones agrícolas.
La acción de Estados Unidos también tiene connotaciones políticas.
En octubre del año pasado, los senadores estadounidenses Charles Grassley y Orrin Hatch enviaron una carta a los máximos responsables de Comercio y Agricultura, en la que exigían a la administración Obama que pidiese a China que retirase los impuestos "antidumping" contra el pollo y los productos derivados estadounidenses.
Ahora que la campaña para las elecciones de 2012 está arrancando, la Casa Blanca está recibiendo cada vez más presiones para jugar la "carta china".
Es evidente que el país asiático cumple las normas de la OMC y ha impuesto unas medidas que son muy comunes en el comercio mundial.
En 2009, por ejemplo, la OMC autorizó a Brasil para que aplicase sanciones comerciales contra Estados Unidos por los subsidios ilegales ofrecidos por este último a los productores de algodón. Posteriormente, Brasil elevó los aranceles para 102 productos estadounidenses.
En resumidas cuentas, ha sido Estados Unidos el que ha comenzado el comercio injusto de pollo y productos derivados, comprometiendo los intereses de la industria avícola china. En respuesta, el país asiático se ha visto obligado a tomar medidas comerciales para remediar la situación y proteger a sus vulnerables empresas.
Así pues, Estados Unidos debería revisar el impacto negativo de sus subsidios agrícolas en la industria avícola china y tratar de encontrar una solución adecuada mediante la negociación, en lugar de buscar confrontación y represalias.
Es comprensible que Washington esté dando prioridad a las exportaciones cuando la economía del país está atravesando por dificultades. Sin embargo, recurriendo al proteccionismo o incluso a la guerra comercial, Estados Unidos no obtendrá ganancias, sino pérdidas. Fin