Lula, mejor imposible

Por Leonardo Anoceto Rodríguez

 

(SPANISH.CHINA.ORGCN) – Llegó al Palacio del Panalto hace exactamente ocho años, tras tres intentos previos fallidos, al derrotar de manera aplastante a su rival José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con 52,4 millones de votos, equivalentes al 61 por ciento del sufragio, el mayor número alcanzado por un candidato a la presidencia del país y ahí sigue el récord, entre otros.

Entonces casi todo era incertidumbre e incógnita a su alrededor, incluso entre muchos de sus seguidores, que no estaban completamente convencidos de que un simple operario de torno, sin estudios universitarios, pudiera conducir los destinos de la mayor economía de América Latina y también del país más poblado de la región.

Hasta algunos de los pobres de los que era vecino en Casa Amarela (un barrio pobre de Recife) y a quienes más pretendía favorecer con su programa de gobierno, lo miraban con recelo y creían, como les susurraban disimuladamente al oído desde la derecha, que aquel hombre de izquierdas “les quitaría todo”.

Fue esa desconfianza de una parte del pueblo, reconoció recientemente, la que impidió que ganara las elecciones de 1989, 1994 y 1998, en especial la primera, cuando todas las encuestas lo daban como amplio favorito a escasas semanas de llevarse a cabo la votación.

Pero como él mismo dijo hace pocos días, en una de sus últimas apariciones públicas como presidente, un dedo divino lo puso allí, “el dedo de Dios”, de no haber sido por Dios, “no sería normal que un pobre de Caetés (localidad rural donde nació, cercana a la ciudad de Garanhuns), que huyó del hambre, se convirtiera en presidente”.

“El sapo barbudo”, como lo llamaban con sorna desde la oposición por sus ojos saltones, que tantas veces fue “acusado de no tener un título universitario” y no consiguió su primer diploma hasta el 1 de enero de 2003, “el título de presidente de la República”, deja el país con una popularidad jamás vista, 87 por ciento, de acuerdo a los últimos sondeos, lo que deja entrever que muchos en la derecha igual le apoyan.

Luiz Inácio Lula da Silva, en su momento también acusado por algunos correligionarios ortodoxos de apartarse de los postulados del Partido de los Trabajadores (PT), el cual fundó, ha dado una verdadera lección de gobierno, de manejo de los hilos de la política, la sociedad, los problemas globales y la economía y dice adiós riéndose incluso de la crisis financiera internacional que trae al mundo de cabeza.

Resulta “agradable”, dijo la víspera en Sao Paulo, abandonar la jefatura del Estado tras haber superado la crisis, mientras EE.UU. y las principales potencias desarrolladas de Occidentes no terminan de dar pie con bola y siguen aún sumidos en una recesión que pinta para largo.

Lula, quien ya no necesita acudir a la universidad para cumplir el sueño de estudiar economía, porque no cree que ninguna alta casa de estudios le pueda aportar más de lo que ha aprendido en ocho años al frente del Gobierno, deja Panalto viendo como aquellos que le vendían recetas neoliberales a Latinoamérica para superar la crisis de los 80 hoy no saben cómo poner orden en sus propias casas.

"Fue agradable pasar por la Presidencia de la República y concluir el mandato viendo a Estados Unidos en crisis, viendo a Europa en crisis, viendo a Japón en crisis, cuando ellos lo sabían todo para resolver el problema de la crisis brasileña, de la crisis de Bolivia, de la crisis de Rusia, de la crisis de México".

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