Por Leonardo Anoceto Rodríguez

Lejos de lo que algunos pudieran imaginar, el final feliz del rescate de los mineros chilenos que permanecieron atrapados 70 días a casi 700 metros de profundidad, tras colapsar la vieja mina de cobre de San José, en el norte del país andino, cierra apenas un capítulo de una historia que desde ya promete ser larga y llena de momentos tensos y revelaciones increíbles.

Pecó de ingenuo aquel que pensó que todo había terminado después de la salida a la superficie de Manuel González, último miembro del equipo de rescate en abandonar la mina, y la simbólica colocación de la tapa de metal en la boca del ducto de 622 metros, a través del cual la cápsula Fénix 2 realizó los 39 viajes de ida y vuelta para traer de regreso a los mineros y sus rescatadores.

Ciertamente, el paisaje vuelve a quedar despoblado y la tranquilidad típica del desierto de Atacama va regresando a las afueras de la mina, donde ya no están los campamentos ni la mar de familiares, amigos y otras personas que apoyaron y acompañaron el rescate, en especial los más de 2.000 periodistas que reportaron día a día el avance de la búsqueda, sobre todo después de conocerse el famoso mensaje que marcó el clímax del epílogo, “estamos bien en el refugio los 33”, logrando niveles de audiencia que superaron incluso los de muchos grandes eventos deportivos mundiales.

Pero este cuento no se ha acabado. Más bien acaba de empezar. El público desea saber más y no son pocos los interesados en conocer hasta el más mínimo detalle de los momentos de tensión y angustia que se vivieron durante más de dos meses y los medios de comunicación están dispuestos a pagar lo que sea necesario para saciar esa sed. Y atraer a los televidentes, y a los anunciantes, claro.

Más allá de la hermosa página de solidaridad, humanismo y perseverancia que acaba de regalar Chile al mundo, ha llegado la hora de “hacer caja”. ¿Indemnizaciones? Sin dudas las habrá. ¿Responsabilidades? El propio presidente chileno, Sebastián Piñera, ha asegurado a rajatabla que serán depuradas. Sin embargo, hay mucho aún por revelar y todos los grandes medios están dispuestos a pagar fuertes sumas por tener la exclusiva. ¿Será por dinero? ¡Qué no se diga!

Nunca faltan los visionarios en cuestiones económicas ante sucesos poco comunes y este es uno de ellos. Se ha sabido que, cuando aún el inédito rescate estaba en su fase inicial y la suerte de los mineros no estaba ni menos echada, un periodista se puso de acuerdo con la familia de uno de los atrapados para hacerle llegar una nota a través de la sonda por la que les enviaban alimentos y otros productos, ofreciéndole una suma por la exclusiva una vez saliera a la superficie.

Ni corto ni perezoso, el minero respondió. Pero consciente de que su historia valía mucho más de los aproximadamente 16.000 euros que le habían ofrecido, dobló la cantidad y finalmente el medio para el que trabaja el reportero aceptó.