La muerte ayer en la base de Qala-i-Naw, en Afganistán, de dos guardias civiles españoles, y del traductor nacionalizado español que los acompañaba, se produjo al parecer a manos de Ghulam Sakhi, chófer del jefe de la policía nacional afgana, y que ha sido confirmado por un portavoz del movimiento talibán como integrante del mismo.

Según las propias autoridades afganas, las muertes fueron premeditadas y pretendían desencadenar un enfrentamiento armado entre las fuerzas internacionales y la población local, con el objetivo de desestabilizar y debilitar la presencia de las tropas españolas en la región.

Tras el incidente, que se produjo durante una sesión de entrenamiento con la policía afgana, el asesino ha sido abatido por otros guardias civiles que se encontraban en el lugar. Algunos medios del país y miembros de los talibanes anunciaron sin embargo de que el primero en morir fue Sakhi, lo que provocó que la población de la zona acudiera en masa a apedrear a los militares extranjeros.

Los militares españoles no respondieron a la provocación, lo que hubiera desencadenado un difícil periodo de hostilidades en la zona, y los asaltantes, unas 200 personas, fueron finalmente dispersados por la propia policía afgana. A lo largo de la tarde siguieron produciéndose incidentes en otras partes de la ciudad, provocando al menos dos decenas de heridos.

Los restos de los tres hombres, el capitán José María Galera Córdoba, el alférez Abraham Leoncio Bravo Picallo, y el intérprete de origen iraní Ataollah Taefy Khalili, llegarán hoy al mediodía a la base militar de Torrejón de Ardoz, donde serán recibidos por el presidente del gobierno y otras autoridades españolas.